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Por qué es malo reprimir las emociones y por qué lamentablemente lo hacemos

reprimir las emociones

Es un hecho. Los humanos tenemos y sentimos emociones.

Estás pueden llegar a jugar un rol fundamental en nuestras vidas, por que condicionan la forma en la que pensamos y actuamos, la forma en la que tomamos decisiones.

A pesar de la importancia que guardan, muchas veces se nos enseña a no demostrar las porque esto se asocia con parecer vulnerables.

Este punto de vista, lejos de fomentar la madurez en cuanto a la expresión de las emociones termina por afectar la forma en que nos relacionamos con ellas y cómo las mostramos en nuestros entornos.

Para entender porque consideramos que es malo reprimir las emociones, antes veamos lo que ellas son.

 

¿Qué son las emociones y para qué sirven?

Las emociones son respuestas adaptativas basadas en estados fisiológicos, las cuales se generan de forma inconsciente.

Sí bien es cierto que podemos hacer actividades que nos ayudan a generar emociones de un tipo o de otro, es poco creíble que decidamos sentir rabia, alegría o tristeza a voluntad.

Las emociones nos permiten tener marcos referenciales para actuar.

Por ejemplo, si alguien nos está agrediendo, lo natural es que sintamos rabia para poder defendernos.

Si alguien de nuestro entorno fallece, lo natural es que sintamos tristeza para entrar en una fase de recogimiento y recibir apoyo las personas que están a nuestro alrededor.

reprimir las emociones
Muchas veces le huimos a la rabia porque no conocemos formas sanas de expresarla. Justamente, es en esto último en lo que debemos trabajar, no en reprimirlas.

¿Cómo se pueden medir las emociones?

Visto que reprimir las emociones es algo bastante común, aún y cuando en la actualidad esta tendencia parece al menos disminuir, se han desarrollado diversos métodos para medirlas o, al menos, para entender cuándo suceden.

Un método clásico no es otro que el informe verbal.

Sí notas que alguien está molesto se lo preguntas. Esto tal vez lo hagas incluso si no lo notas, pero de todas formas lo haces si consideras que la otra persona pudiera estarlo.

El error en esta forma de hacerlo es que hay personas que se vuelven hábiles en enmascarar lo que sienten y, claro, también cuando lo dicen.

Las formas más precisas de saber qué emoción está sintiendo alguien son aquellas en las que hay tecnologías como análisis de expresión facial y el seguimiento ocular.

Por supuesto, estas son costosas y no están a la disposición de todos.

 

¿Por qué reprimimos las emociones?

Como en todo lo relacionado al comportamiento humano, reprimir las emociones no es algo que dependa de un solo factor.

Algunas de las causas son:

1. Factor cultural

En una cultura como la latina, es común que a los niños se les imponga la  represión de sus emociones so pena de ser valorados como poco masculinos y débiles.

Cuando un niño llora, frecuentemente, se le pide que cese su llanto y se le aborda con lo que muchos consideran el deber ser: que un niño “sea hombre”.

La trampa de este planteamiento radica en que los hombres también lloran y no hay nada reprochable en que lo hagan porque esto no tiene nada que ver con su masculinidad.

Este es solo un ejemplo, pero los hay relacionados con distintas emociones y con distintos matices.

¿Te suena la frase “calladita te ves más bonita”? Esta también es una forma de invalidar las emociones de las niñas, cualquiera que ellas sean, normalmente la rabia o la tristeza.

 

2. Miedo al qué dirán

Se asocia la represión de las emociones con una imagen de persona mesurada, con la imagen de alguien que no se “despeina” o a la que nada le afecta.

A partir de esto se dan casos de personas que ocultan lo que sienten para no dar una sensación de descontrol.

La reflexión en cuanto a este apartado no debería ser el enmascaramiento de las emociones, sino la sana expresión de ellas.

En lugar de enseñar a reprimir las emociones, el reto es enseñar a expresarlas de forma sana y a que decir lo que alguien siente no tiene que ser motivo de vergüenza.

 

3. La industria de la “felicidad”

Es imposible estar siempre alegres, por lo que no tiene sentido si quiera intentarlo. Sin embargo, hay una parte de la industria de la autoayuda que propone que debe ser así.

Este error gravísimo hace que muchas personas evadan el resto de su abanico emocional, porque pudiera “atraer desgracias”, “bajas vibraciones” y el foco de quienes sí saben estar siempre contentos y optimistas.

Bajo este argumento se venden millones de dólares cada año en cursos, conferencias y libros, muchos dictados y editados por personas que se supone son expertos en salud emocional, incluso psicólogos y psiquiatras.

A esta tendencia se le ha comenzado a llamar positividad tóxica, por cuanto es contraproducente en la medida en que obliga a los demás a sentirse de una forma en que no pueden.

Basta pensar por un segundo en personas que estén atravesando un duelo, un trastorno de depresión o alguna condición orgánica que les impida si quiera fingir.

 

¿Por qué es mala idea reprimir las emociones?

Reprimir las emociones, salvo en contadas excepciones, es una desventaja. Conozcamos las principales.

1. Pensamientos rumiativos

¿Has notado cómo cuando no expresas algo que sientes pasas los días con esa idea en mente? ¿Has notado cómo esto es algo reiterativo?

Se llama rumia (así como los rumiantes mastican muchas veces sus alimentos) y puede ser agotadora.

Imagina por un momento vivir reprimiendo tus emociones y vivir rumiando pensamientos.

Sí, el tiempo de calidad que tendrás para otros asuntos se vuelve escaso.

Se trata de foco y uso efectivo de la energía.

Cada uno de nosotros, difícilmente, se puede enfocar en varios temas al mismo tiempo. Si empiezas por expresar lo que sientes, lo que te molesta, entristece, preocupa o alegra, si lo haces, “tendrás más foco” disponible para ver otros aspectos de tu vida que tal vez están pasando desapercibidos.

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La sana expresión de todo el abanico emocional te libera del compromiso ingenuo de estar siempre alegre.

2. Más inflamación y más enfermedades

Cuando alguien reprime las emociones, sobre todo las de miedo, rabia y tristeza, se somete a un estrés prolongado.

Es sabido que el estrés, una respuesta adaptativa para situaciones de corta duración, cuando se prolonga, genera un aumento sostenido de la hormona cortisol.

El cortisol, paradójicamente, es desinflamatorio cuando se segrega en periodos breves, pero cuando no es así, aumenta la respuesta inflamatoria y disminuye la efectividad del sistema inmunitario.

Esta asociación la conocen quienes padecen gastritis, úlceras y otro tipo de inflamaciones o lesiones similares.

Con la debida atención médica, cambios de hábitos y gestión del estrés, regresa el bienestar natural del organismo.

 

3. Daño en las relaciones interpersonales

Entre más guardes tus emociones más dañarás tus relaciones cercanas.

Por ejemplo, en situaciones en donde se reprime la rabia, es común que se acumulen “facturas” y que los reproches aparezcan cuando la situación sea insostenible.

Una tristeza reprimida puede derivar en depresión y los miedos no expresados se pueden arraigar de formas en las que después es más difícil abordarlos.

Incluso una alegría no manifestada en su momento puede dar paso a la frustración porque se genera la percepción de no haber aprovechado la ocasión en plenitud. Por su parte, las personas a tu alrededor, pueden sentirse poco valoradas si ellos trabajaron para generarte esa alegría.

Este último caso es común en sorpresas y regalos.

 

Conclusión

Las emociones no están con nosotros sin ningún motivo. Ellas son las que nos mueven y reprimirlas o fingir que no existen es un error que puede desencadenar trastornos de salud.

Aceptar que somos seres emocionales es sano y necesario.

Sentimos rabia, miedo, tristeza, alegría y asco, sin importar cuánto tiempo pase y cuánto trabajemos para que no sea así.

Reencontrarnos con lo que somos es un acto de amor a nosotros mismos y también de aceptación.

Si tienes algún problema para expresar tus emociones de forma asertiva, hay soluciones para cambiar esta tendencia.

Consulta con tu psicólogo de confianza.

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