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Cómo dejar de sentir culpa para vivir con mayor libertad

Cualquiera diría que experimentar emociones es un premio. Es muy probable que así sea.

Sin embargo, esta percepción trastabilla cuando se viven aquellas emociones que no son precisamente agradables de sentir, entre ellas, la culpa.

Esta emoción tiene mucho que ver con cómo nos vemos a nosotros mismos, por eso, a algunos puede ayudarlos y a otros no, al menos no como alguien esperaría.

Para quienes no logran hacer una gestión adecuada de ella, el hecho puede ser desgarrador y la situación puede llegar a hacer que te lastimes, que vivas en una constante confrontación que resulta desgastante.

Para profundizar con mayor detenimiento en la misión de dejar de sentir esa culpa agobiante, antes definamos qué y para qué sirve.

¿Qué es la culpa y para qué sirve?

La culpa es una emoción en la que alguien experimenta malestar por haber cometido una o varias acciones capaces de dañar a otros e, incluso, a sí mismo.

Para que esta se genere, tiene que haber un proceso de autoevaluación y un sentimiento de empatía hacia los demás. Lo que sigue es un proceso de sentirse responsable de los hechos cometidos.

Lo que se ve comprometido son los valores porque hay un choque entre la identidad construida y el presente en conflicto. Al respecto, alguien pudiera pensar: “pero si eso no fue lo que me enseñaron mis padres” o “yo no soy así. Lastimé a alguien, pero yo no soy así”.

Estos conflictos pueden causar gran malestar y hundir a quien los siente en un abismo del que, a veces, es difícil salir.

¿Para qué sirve la culpa?

Lejos de las respuestas rápidas en las que alguien pudiera incurrir, hay que decir que la culpa, como toda emoción, tiene una función adaptativa.

En tal sentido, esta sirve para que alguien aprenda de sus errores y, si fue a otra persona a quien agravió, pueda hacer algo para restituir el bienestar de la relación, entre esas acciones, pedir disculpas.

Visto así, es importante comprender que no hace falta pelearse con la culpa. En todo caso, hay que abordarla si se vuelve desadaptativa. ¿Cuándo sucede esto?

Sin duda, cuando paraliza y genera desgaste, cuando produce algunas de las situaciones de sufrimiento que mencionamos anteriormente.

como dejar de sentir culpa

La culpa puede causar gran aflicción, por eso toca resolverla sin necesidad de quedarse esperando a que esta nos someta y nos haga tocar fondo.

Diferencias entre culpa y remordimiento

En materia de emociones es vital prestar atención a lo que cada una de ellas implica. Dos de las que suelen confundirse fácilmente son la culpa y el remordimiento.

Para aclarar lo que cada una de ellas implica, basta con entender el movimiento de cada una.

Así, pues, la culpa no necesariamente conduce a un intento de cambiar lo que se está haciendo o a pedir perdón y cambiar las acciones de manera definitiva.

En cambio, el remordimiento apunta a una búsqueda incesante de restituir la armonía y de hacerse cargo de los errores cometidos.

La culpa es lo que siente alguien que se interesa por los demás y el remordimiento es lo que puede impulsarlo a hacerse cargo de todo lo necesario con tal de resarcir su daño.

¿Cómo dejar de sentir culpa?

Tal como hemos visto, la culpa es algo natural. Lejos de luchar contra ella, lo primero que deberíamos hacer ante su presencia es hacer el ejercicio de autoreflexión para comprender los mecanismos bajos los cuales se creó y cómo liberarse de ella, por supuesto, habiendo aprendido lo que esta tiene para enseñarnos.

Ante esto, algunas acciones específicas que puedes acometer para liberarte de ella son:

1. Expresa tu culpa

Expresar aquello que sentimos es un primer paso para abordarla de forma sana. Quedarse con ella dentro es como criar un pequeño monstruo que algún día se desbordará y que será muy difícil de contener.

Eso sí, no se la expreses a cualquier persona. Decirle a alguien que te sientes culpable puede hacer que recibas más de aquello que estás tratando de evitar.

Algunas personas aprovechan para hacer leña del árbol caído y, con su escucha, terminan haciendo más daño del bienestar que causan.

2. Consigue el sentido positivo de la culpa

Como ya lo dijimos, toda emoción es, en primera instancia, adaptativa. Para algo la sientes y es importante que te lo preguntes.

¿Qué puede mejorar a partir de lo que sientes? ¿De qué forma puedes ser mejor persona?

En los momentos de crisis es difícil verlo de este modo, pero con el tiempo y la cala necesaria, la intención positiva aparece y nos deja como enseñanza una valiosa lección de vida.

3. Haz las paces

La idea de hacer las paces puede ser agobiante para muchos, pero lejos de buscar las paces en sí mismas, lo conveniente es comprender que somos seres humanos y que, por lo tanto, somos falibles, es decir, fallamos.

Por muy conscientes que estemos, cometeremos errores que pueden dañar a otros y causarles sufrimiento, sentimiento que se puede volver en contra nuestra si no estamos dispuestos a asumir que nos equivocamos, que dañamos a alguien y que podemos resarcirnos siempre que actuemos con honestidad.

Aunque los demás no estén dispuestos a hacerlas contigo, empieza tú por aceptar tu condición errática.

La autocompasión será clave.

Conclusión

Cuando sientes culpa es fundamental que te preguntes su realmente hiciste algo que justifique la culpa que estás experimentando. Toma en cuenta que muchas personas aprovechan a quienes tienen la tendencia a sentir culpa para manipularlos.

Si esta opción queda descartada, entonces es hora de reflexionar acerca de tus acciones y rectificar tu error.

Lamentablemente, esto no sucede tan seguido como nos gustaría porque hay personas que se quedan atascados en los pensamientos repetitivos acerca de lo que hicieron o no.

Quedarse rumiando pensamientos de este tipo evitará que te recuperes pronto y te dejará con una sensación de cansancio que te te costará gestionar.

La culpa, ciertamente, es un indicio positivo de que te importan los demás, pero, como toda emoción, no debe usarse para quedarse estacionado en ella permanentemente.

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