Como el cerebro humano es tan fascinante y difícil de explorar, alrededor suyo se han tejido diversas teorías erradas que han trascendido en el tiempo. Ellas sirvieron, incluso, para que personas hicieran dinero con cursos y pseudoterapias que no pasaban el filtro mínimo de la evidencia.
A continuación leerás sobre los 7 mitos más comunes acerca del cerebro humano y las justificación detrás del cambio.
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1. Tenemos 3 cerebros
Uno de los bulos más populares y de los preferidos por quienes se dedican a dar cursos de ventas o desarrollo personal es el del cerebro triuno.
Esta teoría propuesta por Paul McLean estuvo muy en boga a mediados del siglo XX y proponía que los seres humanos tenemos, básicamente, tres cerebros.
Los mismos eran fruto de la evolución, la cual, para este órgano, sucedió como si se tratara de las capas de una cebolla. Al menos eso es lo que afirmaba el neurocientífico.
La teoría era muy atractiva, tanto, que la comunidad científica la aceptó complaciente. Según ella, teníamos cerebro reptil en donde gestionábamos nuestros instintos, uno límbico en el que hacíamos lo mismo con las emociones y uno racional, el más nuevo, en donde se procesaba el raciocinio, o sea, el neocortex.
Como no solo avanza el tiempo, sino que también lo hace la ciencia, los diversos trabajos posteriores demostrarían que nuestro cerebro no evolucionó en capas (como tampoco lo hace ninguna parte del cuerpo), sino que es el fruto de nuestras particularidades como especie.
Dicho de otra forma, en nosotros no coexiste un cerebro heredado de los reptiles ni otra capa de los mamíferos. Nuestro cerebro es una máquina diseñada por la evolución para nuestro propósito como especie, tal como le sucede a las demás.
2. El hemisferio derecho del cerebro crea, el izquierdo piensa
Aun es común conseguirse con la idea de que los dos hemisferios del cerebro tienen funciones específicas en cuanto a creatividad y pensamiento lógico.
En libros o en la web aparecen datos errados como que el hemisferio izquierdo se encarga de procesar información lógica-matemática, mientras que el derecho está diseñado para crear, así que este sería el más usado por los artistas.
El cerebro es una red y como tal funciona. Si bien es cierto que algunas funciones específicas tienen predominancia en algunas zonas, al menos en cuanto respecta a creatividad y pensamiento, esto no sucede así.
Da igual a lo que te dediques, usarás a tu cerebro como la red que es.
3. Cada pliegue del cerebro es un aprendizaje nuevo
Otro de los bulos que se repiten constantemente con respecto al cerebro es el que señala que los pliegues del cerebro corresponden a aprendizajes.
Veámoslo con una lógica sencilla: ¿Significa que quien más aprende tiene más pliegues y que quien no tiene menos?
Lo cierto es que el cerebro humano empieza a desarrollar estos pliegues cuando recién se está formando y continúa haciéndolo durante la infancia y el crecimiento, pero cada aprendizaje no implica uno nuevo.
Las redes del cerebro, al menos hasta lo que se sabe hoy día, no son visibles a través de algo como los pliegues que este tenga.
4. Tenemos hormonas de la felicidad que se activan a placer
En redes sociales circulan diversas imágenes en la que hay una serie de hormonas a las que se le atribuye la alegría, la felicidad y otros estados de bienestar.
Lo más contraproducente de esto no es que las hormonas no estén asociadas de alguna forma a los estados que mencionan, sino que, tal como mencionan los autores de estos contenidos se pueden activar de maneras tan simples como con un abrazo.
El asunto no radica en que los abrazos no tengan efectos beneficiosos para las personas, sino en que, con estas informaciones reduccionistas, se simplifican en exceso los procesos hormonales.
Por ejemplo, la serotonina interviene también en la vasoconstricción y la dopamina, además de participar activamente durante momentos de placer, interviene en funciones motoras.
Y sí, hacer actividades que generen alegría puede conducir a que estas hormonas tengas niveles más altos en un punto específico, pero no se trata de algo mecánico ni perdurable si hay otros problemas estructurales como, por ejemplo, un caso de depresión clínica o una situación angustiante.
5. Se puede no suponer
Nuestro cerebro es una máquina de suponer y es sano que así sea. Por supuesto, hay extremos nocivos a los cuales debemos estar alerta, pero en líneas generales, es necesario que él prediga acciones.
Es esta forma de “adivinar” la que te permite ajustar tus comportamientos antes de interactuar con alguien y no justo en el momento en el que se está dando la interacción.
Nuestras neuronas nunca están inactivas. Ellas están preparadas siempre para aprender y adaptarse a lo que suceda en el entorno, aun cuando no sea de las formas más “elegantes”.
Por ejemplo, antes de que te hagas consciente del miedo que estás sintiendo por estar delante de una serpiente, ya tu cerebro proceso información que te anticipa para que reacciones tan rápido como sea posible para que salvaguardes tu vida.
6. Las neuronas espejo son las que nos hacen ser empáticos
En la década de los 90, un equipo liderado por Giacomo Rizzolatti, hizo un hallazgo que acaparó la atención del mundo científico: las neuronas espejo o neuronas especulares, las cuales, al menos según lo que el equipo propuso, se encargaban de la empatía.
Se trataba de un tipo de neuronas simétricas que, ciertamente, están implicadas en el reconocimiento y en la imitación de movimientos, pero que no son las responsables de entramados sociales complejos, mucho menos las únicas relacionadas con la empatía.
7. Escuchar música clásica nos hace más inteligentes
¿Cuántas veces has escuchado decir que quien escucha música clásica es más inteligente? Puede que varias.
A esta propuesta se le conoce como efecto Mozart y se dio a conocer en un trabajo publicado por The New York Times en el que un musicólogo llamado Alex Ross afirmaba que la música clásica hacía a las personas más inteligentes. El material en el que se apoyaba para hacer tal aseveración carecía de rigor, pero la información quedó circulando en diversas fuentes.
A pesar de que no hay ningún estudio en el que se demuestre la correlación entre música clásica e inteligencia, algunos beneficios atribuibles a este tipo de música no dejan de ser interesantes: mayor concentración, disminución de la ansiedad en ciertos contextos y un aumento en la capacidad para ser más empáticos.
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Conclusión acerca de los 7 mitos sobre el cerebro humano
Hablar sobre el cerebro casi nunca deja indiferente a nadie. Es ahí en donde se gestionan nuestras ideas y formas de pensar, en donde están nuestros recuerdos y, por tanto, hay quienes quieren aprovechar este halo de fascinación que desprende a casi cualquier costo y con información de dudosa procedencia.
Incluso, a veces, aunque la información esté puesta en duda o sea comprobablemente errónea, la potencia que le dan las redes a los mensajes hacen que circulen durante mucho más tiempo sin mayor filtro.
Antes de creer o compartir cualquier información acerca del cerebro humano, asegúrate de verificar fuentes confiables.
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