El interés principal en la elaboración de este artículo, tiene que ver con poder abordar la timidez desde una perspectiva psicológica y psicoterapéutica. Para esto, más que apoyarnos directamente en un paradigma teórico, recogeremos de lo que en el ejercicio de la psicoterapia podemos ir identificando respecto a este rasgo de personalidad.
A partir de la experiencia que se va tejiendo en la práctica de la psicoterapia, hemos podido aproximarnos a las formas en que la timidez se representa, en función de la personalidad individual y la cultura. A la consulta no asiste un individuo aislado del mundo, podríamos decir que el mundo se impone en dicho ámbito, a pesar de, o gracias a la persona que consulta. Un mundo que pequeño o grande, según cual sea cada visión de la realidad, va marcando su paso como entramado que hace historia a nivel individual y colectivo.
Más que sugerir una serie de pautas para controlar o manejar la timidez, vale más bien recrear sus manifestaciones para entender y comprender con qué es con lo que se está tratando cuando la experimentamos. Antes de cualquier implementación técnica, que trate de cambiar o corregir este rasgo, hay que haberse logrado un tramo de elaboración emocional y ajuste de identidad, esto es, de auto-reconocimiento y auto-aceptación en determinada medida, para lo cual, la conversación y el sentido dialógico en el encuentro y espacio terapéutico resulta ser imprescindible.
Una descripción psicológica de la timidez
Como aspecto psicológico general, se parte del hecho de que la verguenza frente a la exposición, más que ser adquirida individualmente, es un rasgo que se encuentra en todos, más o menos presente en cada personalidad. Por lo tanto la timidez no es un factor exclusivo, adquirido individualmente a través del aprendizaje; se entiende entonces que hace parte del sustrato temperamental humano, siendo más acentuada en unas personas que en otras. Evidentemente factores ambientales, familiares y socioculturales entran en juego en cada caso, posibilitando la adaptación o intensidad de este rasgo.
Cuando hay dificultades de exposición, la energía psíquica converge en el mundo interno subjetivo, contemplativo, en relación a imágenes, ideas e impresiones internas de tonalidad emotiva. Es por esto que la timidez se identifica generalmente con la personalidad introvertida, aquella que demuestra tener un carácter un tanto pasivo respecto al mundo externo. Pero no por esto es algo malo, sino que es una forma de relacionarse con los otros y con uno mismo distinta a la forma predominantemente extrovertida, la cual se orienta principalmente al mundo exterior, al mundo de los objetos y de los otros, donde el otro -o lo otro- conjuga primordialmente la imagen que se tiene de uno mismo.
La persona tímida, llega a ser entonces más que todo introvertida, prefiriendo un modo de relación distante y una disposición a la soledad; pero entiéndase que ser introvertido no es lo mismo que ser tímido, la diferencia radica en que en la timidez prevalece el temor a ser invalidado por el otro mientras que en la introversión normal la persona no tiene dificultad para exponerse o expresarse cuando en el medio social lo precisa. El introvertido opta por estar solo y no necesariamente teme comunicarse, ya que se acepta a sí; el que esta tomado por la vergüenza, en cambio, se esconde y vive la comunicación con ansiedad, porque no se logra asumir o aceptar honestamente y confiablemente.
No es un defecto humano el que en ciertos grupos y formas de organización social nos lleguemos a sentir incómodos, un tanto inhibidos, tímidamente temerosos; esto llega a ser muy natural ya que hace parte de la forma de ser individual; en algunas personas no interviene de forma negativa como para versen en problemas consigo mismas y con el mundo, llega a ser algo reconocido y asumido. No obstante, en otras, esta característica es sumamente acentuada como forma de ser, llegando a determinar en gran medida, incluso problemáticamente, el cómo se viven diariamente las relaciones sociales.
La timidez acentuada como característica de la personalidad
La base emocional de la timidez acentuada como rasgo es el miedo, a partir del cual se gesta la desconfianza en el establecimiento de vínculos con otros, con el mundo externo. Es así como en las personas muy tímidas una especie de instinto de protección impera en el momento oportuno de establecer vínculos, un agente vigilante que llega a paralizar o frenar el potencial de relación, de comunicación.
El individuo tímido vive ansioso socialmente, y con ansias de relación solitariamente. El potencial innato de relación esta socavado por complejos de inferioridad que entran en juego en la interacción y comunicación, impidiendo una justa libertad de ser. Esta paradoja, cuando se vive de forma intensa, opera mecanismos defensivos inhibitorios y evitativos por parte de la persona tímida, ya que lo único que esta quiere, es estar tranquila, pero “desconociendo” que la única manera para realmente estarlo tendría que ser atravesando y trascendiendo ese miedo, un miedo que en definitiva es miedo a sí mismo, un miedo que acompaña gran parte del desarrollo psicológico y que contiene los opuestos fortaleza-debilidad.
En el tímido con intensa fobia social, algo de sí mismo quizás no está siendo bien apreciado, reconocido, asumido o aceptado, por lo que el foco evaluativo o devaluativo está puesto en el otro; así ese otro resulta siendo a quien se teme. Es así, como por ejemplo observamos personas que siendo muy tímidas, sufren de mucha ansiedad cuando se precisa de la comunicación con algún hombre o mujer por quien exista algún tipo de atracción. El tímido o tímida, pueden vivir esto como un secreto, como un anhelo que no se materializa, como fantasía, y con suma intranquilidad debido a esta auto supresión del deseo por otro u otra.
Así entonces, en la timidez acentuada psicológicamente como determinante de la personalidad, el miedo a exponerse, en tanto anhelo insistente de seguridad interna, no permite el hacerse seguro frente a los otros, como seguridad externa; por lo tanto, la falta y foco de coyuntura que define la timidez reside en lo que respecta a la autoconfianza. Cuando se tuvo la posibilidad innata de confiar en otros, algo probablemente aconteció en el individuo que desfavoreció el proceso en la formación de su auto-imagen. Desde la propia negación como ser por parte de padres psicológica y físicamente ausentes, atravesando la absorvencia, impregnación y sobredemanda de una familia querida en términos conservadores, y terminando en el rechazo, matoneo o abuso social, la timidez como síntoma nos estará señalando o refiriendo algo que corresponde a los opuestos existentes mencionados.
Contenido en si mismo por miedo a ser dañado
Por lo general las personas que son muy tímidas, se han encontrado con que a lo largo de su historia han tenido que lidiar en dinámicas relacionales intensamente estresantes. En vista al modo imperantemente extrovertido de la sociedad occidental, donde el valor está puesto en las formas de ser elocuente, seguro y exitoso, es que empezamos a dilucidar el efecto social que recae sobre una actitud introvertida exacerbada. Este movimiento psíquico hacia adentro, este ser callado y reservado, ha llegado a ser estimado popularmente como un “defecto” de la personalidad, algo que se fue considerando como desventaja, como lo raro o excepcional en sentido negativo y que por lo mismo a pasado a ser “un problema” desde temprana edad principalmente en el ámbito escolar y juvenil.
Lo que es un rasgo marcado de la personalidad, en algún momento puede ser un problema, algo difícil de sobrellevar, mas no de aceptar. Fácilmente la timidez es reconocida por quien la vive, y esto se debe a que es señalada desde todos los sentidos, es decir, es un conflicto que recae desde adentro y desde afuera del sujeto como complejo del ego. Los mecanismos de simulación o de adecuación ante los otros, están comprometidos o congelados por la imagen de insuficiencia, lo que hace al tímido vulnerable, más que hábil.
Es común la existencia del maltrato o matoneo respecto a lo que se está tratando aquí, y no únicamente en el ámbito escolar; también en lo referente a las relaciones laborales hemos podido identificar esta configuración que ha partir de la oposición “débiles” y “fuertes” se da. Aquí las cuestiones relacionadas con el evitar, complacer, delimitar, abusar, no imponer, etc. entran en juego.
Muchas personas llegan incluso a padecer insomnio porque en lugar de conciliar el sueño están llenas de temores por cómo será el desenvolvimiento a la mañana siguiente en reunión con jefes y colegas; aquí uno puede indagar encontrándose con una configuración relacional y comunicativa que encubre miedo al jefe, hiper-responsabilidad por temor al castigo, cansancio moderado y estrés ante la magnitud y valor que se le da a errores eventuales o de rutina en el ámbito laboral.
Si a lo largo de los dos últimos siglos, y específicamente durante el periodo de segunda infancia y adolescencia, se viene privilegiando el desarrollo unilateral del ser sociable, ganador y conquistador, la carga de afecto negativo que muchos de los tímidos tiene que sobrellevar a sido considerable. Las personas tímidas llegan a ser “los menos”, “los perdedores”, generalmente mientras procuran la adaptación exterior. Pero esto no quiere decir que no existan posibilidades transformación, de pasar del miedo al coraje. Dependerá esto, además de la imagen del Ego, de varios factores de contexto socio-ambiental, familiar y socioeconómico.
Posibilidad de integración y apertura desde la alteridad, la legitimidad y el respeto
Cuando se logra en el modo del respeto poder llegar a ser quien en verdad se es desde una actitud naturalmente introvertida sin temor al daño, es cuando ya la timidez en lugar de ser rechazada y subvalorada, comienza a ser diluida, esto es, cuando se permite surgir en la consciencia del valor y confianza en sí mismo, gracias además al reconocimiento social sin hostilidad y al desarrollo de habilidades singulares, ideas creativas y dominio en el mundo.
Es interesante apreciar cómo en la universidad se da una apertura o posibilidad de desarrollo en -y con- las personas tímidas. De hecho, muchas personas “superan” su timidez durante este periodo de la vida. Ha aquellas personas que no atraviesan estudios universitarios también se les habren posibilidades de expresión y desarrollo personal al salir de la enseñanza media, al desenvolverse en alguna actividad u ocupación laboral. Muchas primeras experiencias en el orden de la vida sexual y la relación de pareja son vividas en este periodo de la juventud, especialmente como paso convencional a una nueva consciencia de sí mismo y del otro. En algunos casos, muchos temores desaparecen por que el propio sistema psíquico va elaborando, en ventaja a un narcisismo sano, los miedos, temores y juicios negativos; interfiere aquí una cierta sabiduría de la naturaleza psíquica que ordena y da sentido.
Entrar a trabajar la timidez dentro del marco de una terapia psicológica, no tiene mucho que ver con la implementación única y directa de técnicas eficaces para el manejo y control de esta característica del ser. Mas bien, lo que se vive en la terapia, parte de la forma de relación paciente-terapeuta (y viceversa), en donde el paciente puede observarse sin miedo al prejuicio negativo ajeno y propio. En el campo terapeútico, el paciente puede ir tejiendo una imagen de sí mismo más amplia y conciliada con “las otras partes” o los otros aspectos del psiquísmo que aportaran como aliados en un movimiento más determinante hacia el mundo.
Como se trabaje el proceso psicoterapéutico, le permite al paciente incluso sostener, cuando así las condiciones lo precisan, aquella tensión que se libra entre dos opuestos distinguibles: por un lado, una tendencia interna a mantener el resguardo y la seguridad personal, versus, una exigencia externa -que posteriormente se va identificando en si mismo igualmente- respecto a la expresión, desenvolvimiento y adaptación en un mundo que privilegia los objetos, su economía y su uso. Así el silencio, la lentitud, la vergüenza, la prevención y otras manifestaciones ansiosas que en la timidez parecieran ser problemas en inicio, pueden llegar a ser vistas y vividas bajo una perspectiva más amplia y generosa, como parte de un conjunto o propósito mayor que tanto en lo público como en lo privado se requiere en nuestros días.
Conclusiones
La persona con ansiedad social se ve obligada a desarrollar muchas destrezas para vencer la timidez. Por ejemplo, suelen ser personas que repasan una y otra vez lo que dijeron y lo que escucharon. Esto hace que usualmente tengan mejor memoria y mayor capacidad lingüística, aunque generalmente la expresan mejor por escrito que de manera oral.
El tímido también es generalmente alguien que logra hacer todo de forma muy metódica y con mayor concentración que los demás. Se siente tan inseguro del resultado de sus actos y de sus labores, que los planea y los ejecuta con sumo cuidado. Por eso es usual que en las tareas en las que no hay límite de tiempo sean buenos ejecutores.
En la timidez se produce un desdoblamiento del individuo: por un lado, el yo observador; por el otro, el yo actor. Este último es el que realiza una acción premeditada, cuyo objetivo es generar una opinión positiva en los que lo escuchan. De este modo el individuo consigue proyectar en los otros el concepto que él mismo tiene de sí mismo de una forma irónica y generalmente amenazante.
Autor: Ps. Juan Bohorquez Saavedra