“Amad la infancia, favoreced sus juegos, sus deleites, y su ingenuo instinto” (Rousseau, J.)
Se ha preferido denominar al Trastorno de Déficit Atencional y sus nomenclaturas por Síndrome de Labilidad Atencional, lo cual no es casualidad ni capricho llamarlo así, sino de prevenir algunas desafortunadas implicancias en la individualidad de los niños que lo padecen. Tenemos entonces el término “trastorno” el cual presenta una serie de criterios que son un tanto limitado para todo lo que implica la dificultad misma en la atención, en este sentido al denominarlo como un “síndrome” podemos abarcar muchos de los aspectos en los cuales el niños se circunscribe y que nos permite tener una mirada más amplia del problema, para que, luego así podamos tener mejores resultados terapéuticos y una experiencia mucho más positiva para el niño, evitándose así los ya renombrados problemas de estigmatización.
El TDAH: un concepto definido desde los adultos
Partimos de la idea que las denominaciones antes señaladas son conceptos inherentemente de adultos creados para definir unas formas tales de comportarse, pero nos hemos puestos a pensar siquiera ¿Qué dirían los niños al respecto? ¿Qué dirían ellos sobre al motivo de dicha forma de comportarse? Desde una mirada, muy sesgada del adulto en cuánto al niño, es difícil imaginar las respuestas a dichas preguntas. Cuando un niño no rinde en la escuela o cuando no escucha porque pareciera estar en otra dimensión parecen ser gestos insoportables para algunos adultos sin antes preguntarse cómo es su vivencia, en qué lugar está su atención, o cuál es el origen de aquel sufrimiento en el cuál se sienten atrapados. En este sentido, podemos decir que en algunos casos, el origen del problema puede estar situado en otro lugar. Sin embargo, las repercusiones de las dificultades atencionales se desplazan a lo social, a lo familiar, en la escuela y en sus propias capacidades cognitivas, sumado a ello todos aquellos aspectos que tienen que ver con su afectividad, estilos de apegos y vínculos con las personas más cercanas.
¿Cuándo es necesario consultar?
En términos generales, es oportuno consultar en el caso de que un niño no pueda dirigir y mantener su concentración, aunque él así lo quiera, o que no cambie de foco atencional cuando se le solicite hacerlo y, en consecuencia, el trabajo terapéutico se debe llevar a cabo considerando a los padres y profesores ya que este síndrome involucra una serie de manifestaciones sintomáticas que se manifiestan en distintas áreas y entornos en los cuales se moviliza el niño ya que con una intervención psicológica temprana el pronóstico es muy favorable.
Finalmente los objetivos terapéuticos fundamentales se centran en la comprensión de la experiencia vivida, el aprendizaje de lo que significa el síndrome, el manejo positivo de los síntomas y potenciar las habilidades sociales. Pensemos a los niños, que por naturaleza son desatentos ya que el mundo está lleno de estímulos que lo impulsan a descubrir, en este sentido el déficit atencional se puede considerar como una forma más de atender , una forma distinta de aprender.