El trastorno de conversión es una afección en la que una persona presenta uno o varios síntomas físicos inexplicables que afectan al sistema nervioso. Estos síntomas no pueden explicarse por una afección médica, neurológica o psicológica. El trastorno puede presentarse de distintas formas, pero suele caracterizarse por episodios de síntomas físicos repentinos e inexplicables, como parálisis, temblores y entumecimiento. Los síntomas pueden ser incapacitantes y limitar la capacidad de la persona para funcionar con normalidad.
Síntomas del trastorno de conversión
Los síntomas físicos más frecuentes del trastorno de conversión son la parálisis y la debilidad. Pueden afectar a casi cualquier parte del cuerpo, desde los brazos y las piernas hasta las cuerdas vocales. Otros síntomas frecuentes son: entumecimiento o pérdida de sensibilidad, espasmos o temblores, dificultades para tragar, problemas de visión, dificultades auditivas e incontinencia.
Los síntomas del trastorno de conversión pueden aparecer de repente y ser graves. También pueden ser episódicos, lo que significa que aparecen y desaparecen, o crónicos y duraderos. El trastorno de conversión también puede asociarse a ciertos problemas de salud mental, como la ansiedad, la depresión y el estrés.
Diagnóstico del trastorno de conversión
Diagnosticar el trastorno de conversión puede ser un proceso difícil. Generalmente se diagnostica basándose en un «juicio clínico», lo que significa que el médico toma una determinación basándose en el historial y la exploración física del paciente. El médico suele realizar una exploración física exhaustiva para descartar cualquier afección física que pudiera explicar los síntomas. El médico también puede realizar pruebas médicas, como análisis de sangre, pruebas de imagen y estudios de conducción nerviosa para buscar cualquier indicio de una causa física.
El médico también puede evaluar la salud mental del paciente realizando una evaluación psicológica o remitiendo al paciente a un profesional de la salud mental. Esto puede ayudar al médico a identificar cualquier problema de salud mental que pueda estar contribuyendo a los síntomas.
Tratamiento del trastorno de conversión
El tratamiento del trastorno de conversión suele consistir en una combinación de psicoterapia y medicación. La psicoterapia puede ayudar al paciente a comprender los síntomas y a aprender formas de afrontarlos. También puede ayudar al paciente a identificar y abordar cualquier problema de salud mental subyacente que pueda estar contribuyendo a los síntomas. También pueden recetarse medicamentos, como ansiolíticos o antidepresivos, para ayudar a controlar los síntomas.
En algunos casos, puede recomendarse un tratamiento de apoyo. Puede incluir fisioterapia para ayudar al paciente a recuperar la función de la parte del cuerpo afectada, o terapia ocupacional para ayudarle a aprender a manejar las actividades cotidianas. En algunos casos, también pueden recomendarse otros tipos de servicios de apoyo, como asesoramiento o terapia de grupo.
Prevención del trastorno de conversión
No es posible prevenir el trastorno de conversión. Sin embargo, hay medidas que pueden tomarse para reducir el riesgo de desarrollar el trastorno. Entre ellas se incluyen:
- Dormir lo suficiente
- Seguir una dieta sana
- Hacer ejercicio con regularidad
- Mantener un peso saludable
- Evitar el consumo excesivo de alcohol y drogas
- Manejar el estrés de forma eficaz practicando técnicas de relajación, como la respiración profunda y la meditación
- Buscar ayuda profesional si el estrés se vuelve abrumador
Conclusión
El trastorno de conversión es una afección en la que una persona tiene síntomas físicos inexplicables que afectan al sistema nervioso. Los síntomas no pueden explicarse por una afección médica, neurológica o psicológica, y pueden ser graves e incapacitantes. El tratamiento del trastorno de conversión suele consistir en psicoterapia y medicación, aunque también puede recomendarse un tratamiento de apoyo. No es posible prevenir el trastorno de conversión, pero tomar medidas para controlar el estrés y mantener la salud general puede ayudar a reducir el riesgo de padecerlo.