La culpa cuenta con varias definiciones o significados, uno de ellos es el sentimiento de culpa, una emoción que se caracteriza porque la persona se sienta responsable, arrepentido o contrariado por haber realizado o pensado algo que va en contra de unos principios morales o legales.
Función del sentimiento de culpa
Funciona como un aviso interno que nos mueve a adaptarnos a las normas sociales desde el núcleo familiar. Este es natural y transitorio, coincide con la realidad y asegura la convivencia.
Cuando este sentimiento se enerva a lo patológico produce malestar y al presentarse como una sensación interna que se mantiene en el tiempo, relacionada con ideas como ser mala persona, hacer las cosas mal o hacerle daño a alguien, generando emociones poco agradables que pueden deteriorar el bienestar psicológico
Esto se debe a que produce angustia y ansiedad, lo cual nos impide vivir otras emociones y desarrollarnos como individuos valiosos y con un buen autoconcepto. Este sentimiento de culpa es subjetivo o mórbido y debe de abordarse para evitar el deterioro de la salud mental, al minimizar siempre los logros y destacando los errores o desacuerdos.
¿Cuál es el origen del sentimiento de culpa?
Cada persona cuenta con una experiencia subjetiva como ser individual, dentro de nuestras estructuras cognitivas contamos con una serie de creencias, valores morales y patrones para relacionarnos. Según nuestra percepción y las interpretaciones que realizamos se da la culpa, sentimiento que depende en gran medida de nuestra educación cultural, religiosa, familiar e interpretaciones personales subyacentes.
Este sistema de valores configura estás interpretaciones, por ejemplo, cuando no cumplimos con las expectativas de otros, cuando decimos «no», incumplimos nuestros deberes, rompemos una norma o le hacemos daño a otra persona. En este aspecto, el sentimiento de culpa puede impulsar el sentido de responsabilidad para actuar y evitar errores a futuro, pero también puede darse al colocar nuestros límites cuando no somos seguros de nosotros mismos.
En ocasiones el sentimiento de culpa se encuentra oculto por otra emoción o por ansiedad o se presenta en caso de sentirnos culpables sin identificar la razón o evento específico, está culpa se considera «inconsciente» y se generaliza a muchas de nuestras acciones diarias.
¿Cómo afecta el sentimiento de culpa?
Cuando el sentimiento de culpa no se gestiona y comienza a influenciar las acciones y decisiones de la vida diaria, nos predisponemos en comportarnos en función a la seguridad de terceros, el miedo al abandono o se generan conflictos interpersonales con nuestros allegados al volvernos sobreprotectores o críticos.
La tristeza, el lamento, el remordimiento, la frustración y la angustia (en ocasiones también la impotencia) son sentimientos que se han vinculado a la culpa y que al mantenerse en el tiempo a pesar de que de manera consciente sepamos o nos expliquen que no somos responsables de todo lo que sucede a nuestro alrededor y sólo podemos controlar lo que se encuentra a nuestro alcance. De igual modo, esto no anula dicha experiencia emocional cuya modificación es difícil y puede necesitar de orientación profesional.
Aspecto clínico
En cuanto a lo psicopatológico, sentir culpa (o la ausencia de este sentimiento) se aprecia en trastornos afectivos como la depresión, trastorno de estrés postraumático y en el trastorno disocial de la personalidad, psicopatía, trastornos paranoides y obsesivos. Además, en ocasiones se percibe en procesos de duelo, donde la persona siente responsabilidad por el fallecimiento de un allegado o acerca de problemas no resueltos antes de su muerte.
Un caso muy específico de sentimiento de culpa relacionado a la muerte se presenta en un fenómeno conocido como el “síndrome del superviviente” donde la única persona que ha sobrevivido a un accidente experimenta un gran pesar y culpa por haber sobrevivido en lugar de otras personas.
Cuando la culpa se identifica como síntoma o criterio que se acompaña de otro compendio de manifestaciones psíquicas o fisiológicas el abordaje psicoterapéutico es indispensable y en ocasiones se acompaña de tratamiento farmacológico.
¿Cómo acabar con el sentimiento de culpa?
La culpa que evitamos o encubrimos no se esfuma de nuestra psique y nos comportamos en función a esa estructura. Será necesario atravesar estas creencias y las distorsiones que la mantienen para apostar por nuestro bienestar emocional. Existen factores esenciales en los que podemos concentrarnos cuando experimentamos una culpa subjetiva que no se encuentra acorde a la realidad y que a pesar de tomar acciones responsables en lo que hemos inferido no disminuye su efecto negativo.
Reconocer y aceptar la culpa
Aceptar que nos sentimos culpables es el primer paso para validar nuestras emociones, de a cuerdo a nuestros esquemas, a las creencias introyectadas desde la infancia y a las demandas externas, vamos a sentir culpa en determinadas situaciones, por ejemplo, cuando debemos marcar un límite.
Reconocer que la sensación que experimentamos se trata de un sentimiento de culpa nos permite dejar de ignorarla y hacerle frente para poder comenzar a gestionarlo.
Hacerse responsable de los hechos reales y tomar aprendizaje
Para todos es imposible cambiar el pasado por lo que no tiene sentido pensar en los “si hubiera” que se relacionan al problema, error o malentendido que estamos atravesando. Lo ideal de cada conflicto es que podamos aprender de ello, adaptarnos a las situaciones presentes y respetar nuestro valor propio al reconocer de manera objetiva cuál es nuestro lugar en la situación y qué es nuestra responsabilidad (y qué no).
Cada quien toma su parte y como adultos comprendemos qué está en nuestras manos y qué ya es totalmente decisión de los terceros involucrados. Tomar las herramientas para el cambio es lo que nos permite avanzar y mantener una posición madura.
Concentrarnos en lo que está a nuestro alcance
Seguido de lo anterior, vamos a encontrarnos con que aquello que se encuentra bajo nuestras posibilidades es lo que decimos, hacemos, aportamos y pensamos. Para ser personas equilibradas estos aspectos deben de contar con una coherencia y dirigirnos hacia quienes queremos ser.
Expresarnos con redes de apoyo
A veces guardar nuestros sentimientos nos hace sentimos abatidos y confundidos, en especial cuando nos colocan cargas que no son acordes a nuestro rol o responsabilidad. En estos casos, hablar con personas de confianza, que nos valoran y escuchan puede ayudarnos a ver la situación desde fuera y reforzar nuestro valor.