La economía cognoscitiva: ¿Eres tan racional como piensas?

Los seres humanos nos jactamos de ser criaturas racionales crecemos orgullosos de nuestra capacidad para la lógica y la comprensión de abstracciones Sin embargo resulta que no somos tan imparciales como queremos creer y muchas veces nuestra mente decide simplemente dejarse llevar por las creencias que ya maneja Saber cómo trabaja nuestra mente nos puede hellip

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Los seres humanos nos jactamos de ser criaturas racionales, crecemos orgullosos de nuestra capacidad para la lógica y la comprensión de abstracciones. Sin embargo, resulta que no somos tan imparciales como queremos creer y muchas veces nuestra mente decide simplemente dejarse llevar por las creencias que ya maneja. Saber cómo trabaja nuestra mente nos puede ayudar a identificar algunos esquemas disfuncionales y dejar de sacar ideas automáticas de nuestro computador central.

¿De qué se trata la economía cognoscitiva o ley del mínimo esfuerzo?

La economía cognoscitiva es el principio que maneja nuestro aparato psicológico, basado en interpretar la información de manera que encaje con nuestras creencias y esquemas de pensamiento para evitar el esfuerzo extra que implicaría cambiar nuestras concepciones. 

También, como parte implícita de su funcionamiento se encarga de resaltar toda la información que pueda confirmar, validar o constatar que tiene la razón de permanecer sujeto a esas creencias, mientras que obvia o le resta valor a todo aquello que le demuestre que está equivocado.

Como expresa el psicólogo Cognitivo-Conductual Walter Riso, nuestra mente es capaz de “autoperpetuar” la información que ha almacenado. Es menos gasto para la mente conservar los esquemas almacenados que cambiarlos. De este modo, además de continuar con las mismas creencias, a pesar de que nuestro camino intelectual y el entorno nos vayan demostrando que son erróneas, solemos mantener viejos hábitos y llegar a caminos sin salida.

Tal y como afirman los profesionales en la salud mental: el cambio real implica poder modificar muchos aspectos asociados a las creencias; y para el cerebro humano que prefiere ahorrarse las molestias, ya que los cambios generan incomodidad y estrés

Características de la economía mental

Como lo hemos planteado anteriormente, resulta que en muchas ocasiones de la vida diaria el cerebro deja de lado la lógica y el raciocinio para sustentar aquello que le sea más cómodo. En muchas ocasiones los pacientes que se presentan a consulta psicológica se encuentran acarreando una cantidad de problemas que se deben a cambios que no se quieren molestar en hacer y prefieren señalar o asignar culpas. 

meditando la economía cognoscitivaEn este sentido, es posible que te sientas identificado con algunas situaciones, para que salgas de dudas te dejaremos algunas características claves para saber si te basas 100% en la economía mental para tomar decisiones en tu vida. Pero recuerda no juzgarte, después de todo, es muy humano buscar una certeza que nos tranquilice (usa esta información para ser más consciente de dónde debes iniciar tus cambios).

No discrimina el tipo de información

Nuestro cuerpo es capaz de captar sensaciones de todo tipo, con nuestros sentidos captamos toda la información que podemos procesar para hacernos un esquema del mundo que nos rodea (desde nuestra perspectiva). De este modo, la información puede ser visual, verbal, gestual, corporal o auditiva, y respecto a muchos tópicos en la mayoría de las veces no obtenemos todos los datos necesarios para darle congruencia a un juicio, es por eso que en función de nuestras interpretaciones inventamos el resto.

En la mayoría de ocasiones no disponemos de toda la información necesaria para que las piezas del relato se ensamblen con la congruencia que exigimos a toda narración y entonces nos lanzamos a ficcionar a través de la interpretación. Al llenar estos vacíos de información las personas tienen una tendencia al ahorro energético, así que la mente toma el camino que menos esfuerzo implique y calce con la manera que ya tenemos de ver las cosas.

Trabaja en función de nuestras creencias

El mínimo esfuerzo que busca este principio se basa en lo que sabemos, la información que manejamos y todo lo que hemos aprendido e interiorizado como parte de nuestras creencias. De esa forma, tu sistema de creencias, compuesto a su vez por todas esas expectativas, experiencias y el conjunto de valores que manejas, dirige cómo entiendes el mundo y tiende a reducir las posibilidades para compaginar el mundo con todo lo que ya has almacenado en tu cabeza (acervo cognitivo).

Ahora bien, solemos recolectar indicios, para hacer que la cantidad de incertidumbre que manejamos sea mínima y cómoda. Es parecido a convencernos de que comprendemos el funcionamiento de todo y podemos controlar al menos una parte de nuestro destino, por eso aunque algunos afirmen ser espontáneos las personas vamos encantados hacia lo más previsible para confirmar que tenemos razón.

Se basa en los sesgos

Nuestros procesos cognitivos nos permiten todas las capacidades de razonamiento que desde la infancia vamos desarrollando y poniendo en práctica. No obstante, a medida que vamos elaborando nuestros esquemas y en base a nuestras experiencias, formamos una idea más o menos fija de cómo funcionan ciertas cosas. 

Finalmente, nos encontramos practicando mecanismos erróneos que se refuerzan en función de sesgos cognitivos, un efecto en el que desviamos la información y nos topamos con una distorsión de la información que calza el patrón de pensamiento que queremos mantener. De ese modo logramos mantener esquemas de abandono, de incompetencia, grandiosidad y muchos otros esquemas disfuncionales que nos generan malestar e intervienen en nuestras vidas.

La participación de los sesgos cognitivos

Continuando con la idea anterior, la economía cognoscitiva o cognitiva depende de los sesgos para mantener los hábitos y esquemas ya existentes. Estos funcionan a modo de atajo y tu mente las implementa para procesar rápidamente los estímulos que recibe y poder actuar a modo de respuesta. 

Los tres sesgos más relevantes en este caso son los sesgos atencionales, los sesgos de memoria y los perceptuales. En el primer caso se trata del modo en que no prestamos atención de manera objetiva a toda la información que recibimos, la mente destaca hechos que fortalezcan cada vez más sus esquemas y evitará la información contraria. 

De un modo similar, los sesgos de memoria se basan en hechos concretos tal y cómo han sucedido, es más sencillo recordar y evocar todo lo que concuerde con nuestras creencias y lleva mucho más trabajo almacenar experiencias que refutan nuestros esquemas. Por último, los perceptivos se refieren a las interpretaciones irracionales o erróneas que hacemos de los hechos, llevándonos a conclusiones equivocadas de lo que observamos reforzando falsas premisas.

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