En la actualidad, la mujer y el hombre post-moderno se caracterizan por estar centrados en el contexto, a través del cual estructuran su propio sentido de sí mismos. Esto implica que siempre se necesita a un otro para llegar a uno mismo. Se habla del hombre desencarnado, centrado en un universo cognitivo; sin embargo lo cierto es que desde el nacimiento, los seres humanos conocemos el mundo a través del cuerpo, por lo tanto, lo que el mundo adulto post-moderno conoce como mundo externo, para el niño y su cuerpo es pertenecer y a la vez ser ese mundo: Son un mismo.
Nuestro cuerpo revela el mundo respecto a nuestras posibles dimensiones, es decir, la visión descubre los seres visuales, el tacto los seres táctiles, y así sucesivamente. Estas distintas dimensiones que poseemos para vivir en el mundo, emergen sobre un fondo emotivo que hace posible nuestro actuar, es decir, gracias al modo en que conocemos el mundo, es posible que nos emocionemos. Por lo tanto, la situación emotiva emerge con la manifestación del cuerpo y dicha emoción confirma entonces que ese cuerpo que se expresa (a través del llanto, la risa, etc.) me pertenece, es mío, soy yo. Esto nos indica que toda vivencia emocional que experimenta el niño, permite la conformación de una identidad y a su vez constituye su forma de ser en el mundo.
En la infancia se conforman los cimientos de los significados personales
Así como resulta importante las vivencias emocionales para la conformación de la identidad personal del niño, también es fundamental comprender que cada acción, percepción y comportamiento está inscrito en un flujo de espontaneidad que refiere al niño y que le organiza la experiencia en términos de un antes y un después. Esto quiere decir que, lo que el niño experimenta, conoce y aprende con el cuerpo está siendo inmediatamente vivenciado en el presente pero a la vez es organizado en términos de temporalidad. De este modo, en la infancia se conforman los cimientos de los significados personales ordenados en un pasado, presente y fututo, lo que permitirá la conformación de la propia historia del niño y por ende, su identidad.
Sin embargo, nada de este esfuerzo por estimular al niño en todos los aspectos mencionados anteriormente será fructífero si los adultos responsables no acompañan dicha experiencia con el reconocimiento de la vivencia del menor. Por ejemplo, los cuidadores pueden llenar la habitación del niño con juguetes y diversos materiales sensoriales pero si no reconocen el aprendizaje que éste va realizando, todo conocimiento del mundo y de los otros será desvalorizado, confuso e incluso anulado.
En conclusión, es importante que todo cuidador sepa y comprenda:
- El cuerpo es protagonista en la conformación de la persona, puesto que nuestra existencia es a partir y se genera con el cuerpo.
- Cada uno de nosotros lleva adelante, en el curso del ciclo de vida, un mundo hecho de distinciones significativas inseparable de la condición de ser un cuerpo.
- Para el niño y futuro adulto, existe una real unicidad entre el cuerpo, el mundo y los otros. Esta condición, al mismo tiempo, otorga el fluir espontáneo sobre un fondo emotivo, desde donde emerge el significado personal.
- Los cuidadores o adultos responsables significan un espejo para el reconocimiento de la experiencia de los niños, por lo tanto, es fundamental que formen parte activa y comunicativa con éstos durante todo el proceso de desarrollo del mismo.
1Este articulo fue escrito desde las reflexiones de Giampiero Arciero que se pueden encontrar en su texto “Estudios y Diálogos sobre la Identidad Personal, capitulo V”.