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El Proyecto de Pareja

En una época en que la constitución y las prácticas de las parejas cambian constantemente, en donde la institución del matrimonio, el centro de la familia heterosexual clásica como base de la sociedad y la misma práctica de la vida de pareja se encuentran en proceso de transformación, la pregunta acerca de la eternidad del amor en la sociedad posmoderna se hace cada vez más compleja de contestar. La posibilidad construir una relación “para toda la vida”, se hace cada vez difícil, tanto a nivel estadístico como practico, en un mundo de altas exigencias laborales, económicas y de tiempos disminuidos.

En la práctica clínica, uno de los temas más recurrentes por el cual los pacientes consultan es su relación de pareja. Ya sea el motivo de consulta inicial del paciente la relación en sí, ya sea un evento a primera impresión inconexo con el estado actual de la relación o una mezcla de ambas, tanto el comienzo, el desarrollo o el fin de una historia en conjunto con otro persona suponen distintos problemas que sortear, distintas dificultades y, en algunos casos, motivo de sufrimiento para uno o más protagonistas. Cabe entonces preguntarse que se pone en juego al embarcarse en una relación amorosa con otra persona.

En toda relación de parejas, hay antes que todo, dos historias, dos individualidades, dos maneras particulares de pensar, de moverse y actuar con diferentes expectativas y sueños acerca de la vida, acerca de los otros y, en particular, de la persona que aparece enfrente como románticamente significativa. Estas, a su vez, se encuentran atravesadas por el momento histórico que comparten, las visiones de vida y valores que atraviesan a su generación y el proyecto vital individual (estudio, independencia económica, trabajo, familia, etc…). Conforme las personas se conocen se atraen, comienza una historia de conocerse y acompañarse, de encuentro y desencuentro, en donde se abre la posibilidad de entenderse como una pareja.

Desde la observación de la práctica clínica pareciera que en el progreso de cada relación emerge un acuerdo, que puede ser tácito o explicito, conformado por expectativas y responsabilidades de las personas que la conforman. Si bien esto es cierto para todas las relaciones humanas cercanas, pareciera especialmente cierto para aquellas relaciones en donde se conforma un proyecto de vida, nacido de la capacidad de reconocerse uno al otro como sujeto de mi deseo, afecto y/o cariño, de cara a la posibilidad de crecer juntos, de lograr cosas, de compartir intimidad y de acompañarse durante la vida. Y es este acuerdo, propio de cada proyecto en conjunto, el cual se ve enfrentado al constante cambio de las personas que lo constituyen, que lo comparten y lo respetan. Pareciera entonces, que al igual que los individuos las relaciones también se ven exigidas a la transformación, a la adaptación ante el cambio de la vida misma, a la renovación de sus condiciones y expectativas. Podría pensarse entonces que el vivir en pareja no es un ejercicio preciso y constante solamente si no también la capacidad de reconocimiento del inevitable cambio de la vida, y del reconocimiento de quien tengo al lado en esa historia compartida. La fidelidad, por ejemplo, podría entenderse no solamente como un valor o capacidad para serle fiel a otro, para respetar el compromiso hecho con otra persona como elemento individual de cada participante, sino también una posibilidad que aparece en el encuentro con en ese otro, siempre en cambio constante, en donde se vuelve a apostar una vez más pero por un proyecto nuevo cada vez. Y donde, por lo tanto, las exigencias de la vida, los deseos y los planes se ponen a prueba de vez en vez, durante los distintos capítulos de la vida. Es así que las relaciones son siempre posibilidad y nunca certeza. Y el reconocimiento de esta dimensión, si bien abrumadora, podría ser también liberadora, a la hora de pensar acerca de decidir acerca de la vida compartida con alguien.

¿Cuándo Preguntar?

Si el reconocimiento del otro en su constante cambio, en su crecimiento, en sus valores, opiniones y en su actuar, y el propio reconocimiento de la vida e historia de toda persona se ponen en juego en la relación,  entonces la perdida de la capacidad de encontrarme en el otro y con él, debiera ser una alerta de la posibilidad del proyecto en conjunto. La irritabilidad, la dificultad sexual, la  perdida de la tranquilidad en el compartir, la perdida de la capacidad de reconocer al otro en su espontáneo ser y/o la pérdida de reconocerme a los ojos del otro es siempre una señal de alarma. La incapacidad de lograr poner el proyecto arriba de la mesa, la sensibilidad a la crítica, la incapacidad de la intimidad en todas sus formas son señales de que ocurre un problema donde una mirada objetiva podría ayudar esclarecer que problemas de la vida de una persona ponen en tensión el proyecto de pareja y con que se relacionan.

Desde la práctica clínica, el objetivo es entender el momento histórico en el cual se produce tal desajuste, entender quién es la persona que se embarca en esa relación, como se da esa relación a través del tiempo, cual es el proyecto vital que se genera en conjunto, como se negocia y cobra sentido en el momento actual de la persona que consulta. Es un espacio de revisión de la pareja con el objetivo de lograr una claridad acerca de que exigencias plantea la vida de una persona que se encuentra en la posibilidad de continuar o no una relación de parejas, y de cómo se encuentra con esa otra persona a través de las dificultades de la vida. Y de un encuentro más genuino del paciente con sus propias necesidades y expectativas, las cuales determinan las necesidades y expectativas que conforman ese proyecto con otra persona.

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