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El mito de las madres nevera y el autismo

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La historia de la Psicología está plagada de situaciones como la que verás a continuación. Si un hueso roto es fácil de estudiar, la psique no. Es cierto que podemos observar nuestras conductas, pero no nuestros pensamientos y cogniciones. En tal sentido, hay muchas personas que se han aventurado a desarrollar hipótesis que expliquen la causa de diversos trastornos.

En el caso del autismo, la situación no fue muy distinta. Veamos cuál es la hipótesis de las madres nevera y los detalles más resaltantes que hay detrás de ella.

¿Cómo nació la hipótesis de las madres nevera?

Corría el año 1943 y a la Segunda Guerra Mundial aun le quedaría un par de años para que finalizara. En este contexto convulso, el psiquiatra austro-americano  Leo Kanner se atrevió a separar un conjunto de síntomas y categorizarlos por separado de la esquizofrenia. Si bien no fue el primero en reconocer los síntomas del autismo, al menos, hasta que aparezca un registro más antiguo, fue el primero es denominarlo como tal a partir de rasgos como estos: “Falta de contacto con las personas, ensimismamiento y soledad emocional”.

Básicamente, lo que Kanner propuso fue que el autismo tenía un origen psicogénico (nacido en la psique) como producto de interacciones «frías» por parte de la madre. De ese modo, quien tenía la responsabilidad cuando un niño era autista, era en realidad su mamá. Visto así, un niño se convertía en autista, no nacía con esta condición.

Tales aseveraciones fueron tomadas como serias por una buena parte de la comunidad científica de la época, no sin antes generar muchas repercusiones debido a la culpa que generaban en las madres. Para Kanner,  la causa del autismo se podía describir en términos de refrigeración emocional de los padres. De hecho, así fue hasta principios de la década de 1960.

Para llegar a tales aseveraciones, lo que Kanner hizo fue observar a 11 niños en su clínica. Las edades de estos oscilaban entre los 2 y los 8 años y los criterios para su selección no están del todo claros. De cualquier modo, el comportamiento que él observó en ellos fue descrito bajo el nombre de Autismo Infantil Temprano. Los resultados de este estudio se publicación en 1943 con el nombre de «Trastorno autistas del contacto afectivo».

En el estudio se incluían detalles como la posición social de los participantes, su comportamiento y las capacidades intelectuales que los padres tenían. Según él, los niños eran provenientes de familias de origen judío o anglosajón. Cabe destacar que no fue Kanner quien denominó de ese modo a su planteamiento teoría. Esto vino después a partir de las interpretaciones en las que se señalaba que las madres de estos niños no eran cálidos con ellos.

Kanner argumentó que los retraimientos autistas de esos niños significaban que estaban abrumados por el deseo de mantener la igualdad y la soledad con respecto a su entorno. En cuanto a las familias, Kanner señaló que los niños provenían de familias inteligentes de origen judío o anglosajón, y que los padres y las madres no eran cálidos con sus hijos. Por lo tanto, Kanner enfatizó la crianza emocionalmente fría como una explicación causal del autismo, y algunos llamaron a esta teoría la teoría de la madre refrigeradora.

Personas que derribaron el mito de las madres nevera

En el caso de las madres nevera, la historia señala a dos personas claves para derribar el mito. Ellos son:

Bernard Rumland

No solo fue un psicólogo e investigador, sino que tenía un hijo con autismo. A partir de su trabajo, en 1964, publicó Autismo Infantil: el síndrome y sus implicaciones para una teoría neuronal del comportamiento. 

Fue en esta investigación en donde especificó que el autismo tiene en realidad un origen genético, por lo que la idea de unas madres distantes o «frías» no tenía asidero.

De hecho, como una respuesta a tales aseveraciones erradas, fundó la Sociedad de Autismo de América, institución creada para dedicarle atención a los padres de niños con autismo, a menudo tan olvidados en el proceso de diagnóstico y crianza.

Isabelle Rapin

Fue una neuropediatra y profesora universitaria que se especializó en el estudio del espectro autista. Entre sus valiosos aportes se encuentra la idea de que el autismo tiene un origen neurobiológico y no a partir del ambiente en que se cría un niño. Además, señaló que es un trastorno y no una enfermedad.

Entre otro de los detalles que mencionó, dijo que los fármacos no son la solución definitiva, sino más bien limitada. Recomendó el tratamiento psicoterapéutico hacía que el pronóstico fuera más favorable.

Otros hechos resaltantes de su trabajo son:

  • El diagnóstico del autismo debe ser clínico y se debe basar en la evidencia, no en elucubraciones.
  • Una vez que se categorizan los comportamientos, es posible hacer predicciones acerca del curso del trastorno.
  • El autismo no es una categoría absoluta, sino un espectro en el que hay distintos tipos de gravedad.

 

 

 

No fue hasta 1969, cuando figuras como Leo Kanner tuvieron que retractarse. Fue en una convención estadounidense para padres con niños en el espectro del autismo cuando expresó públicamente lo siguiente: “por la presente, absuelvo oficialmente a los padres y a las madres de la causa de este trastorno”.

Sin embargo, el daño ya estaba hecho y, en muchos casos, fue irreparable. Desde entonces y hasta la actualidad, la comunidad científica solo tiene un propósito: lograr intervenciones biomédicas efectivas. Los padres y las madres son el mejor soporte para los niños con TEA y merecen toda nuestra admiración y apoyo. También nuestras disculpas.

 

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