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Cómo recuperar la dignidad y el amor propio

Cómo recuperar la dignidad y el amor propio

Si cada uno de nosotros conociera e interiorizara el concepto ‘dignidad’, las dinámicas relacionales entre humanos serían distintas, en este caso, para mejor.

Lamentablemente, esto no sucede así. Al menos no tanto como nos gustaría que sucediera.

De hecho, algunos conocen el concepto cuando están al borde de situaciones indignas, cuando sienten que ya no pueden ni deben tolerar más lo que les sucede. Si lo aprendieran antes, tal vez no llegarían hasta ese extremo.

A continuación, conocerás qué significa la dignidad y cómo recuperarla si la has perdido para desarrollar tu amor propio.

¿Qué es la dignidad y por qué deberías saberlo?

Según el diccionario panhispánico de la RAE, la dignidad es la “cualidad propia de la condición humana de la que emanan los derechos fundamentales, junto al libre desarrollo de la personalidad, que precisamente por ese fundamento son inviolables e inalienable”.

Si con algo la podemos asociar de manera rápida es con la frase “derechos fundamentales”.

Ser digno es, pues, hacer valer sus derechos.

Si nos remitimos a su origen etimológico, la dignididad proviene del “latín dignitas, que significa excelencia, nobleza, valor: por lo que “digno” es lo que tiene valor y, por tanto, merece respeto, que será tanto mayor cuando más la persona es “digna”.

Dicho esto, la dignidad se asocia con valor, pero no relacionado con la valentía, sino con la valía de alguien.

Quien se considere indigno, tendrá problemas para recibir lo bueno que logre y lo que las propias circunstancias le favorezcan. Incluso, creerá que merece mucho menos de lo que obtenga o, peor aún, se considerará una persona merecedora de lo malo que le suceda.

Conocer lo que significa la dignidad es una forma de reflexionar acerca de cómo ha sido la vida en todos sus ámbitos: laboral, de pareja, económico, etc.

Quienes logren anclar lo que les sucede a un concepto como este, probablemente, sepan discriminar cuando se les está causando daño y tomarán decisiones en procura de su bienestar. Esto incluye, por supuesto, alejarse de personas y situaciones en los que su dignidad sea vulnerada.

1. Pregúntate qué es lo que te gusta

Nos perdermos entre el ruido de lo que piensan los demás, incluidos sus gustos. Cuando la dignidad se ve afectada, es fácil que te cueste tener tus propios criterios y, si los tienes, que les prestes atención.

Cuestiónate acerca de lo que te gusta y de lo que no estás haciendo. No tienes ni siquiera que dar el paso para hacerlo, pero es importante que reflexiones acerca de tus gustos.

Las respuestas van más allá de lo que consigas y te darás cuenta cuando hagas el ejercicio.

Cómo recuperar la dignidad y el amor propio
Atenderse a sí mismo y cuidarse es una forma de fortalecer la dignidad.

2. Haz un análisis de quién eres y de quién no

Basta con trazar una raya en el centro de una hoja y escribir quién eres y quién no eres.

Este ejercicio te servirá para conocer eso que has estado dejando de lado acerca de ti, bien sea por desconocimiento o por omisión intencional.

Muchas veces sabes quién eres, pero estás tan pendiente de lo que le interesa a los demás, que lo obvias y te olvidas de ti.

3. Escucha tus emociones

Si tan solo escucháramos más a nuestras emociones estaríamos menos en espacios en donde no queremos estar o disfrutaríamos más cuando estamos en sitios o contextos que nos gustan.

La tristeza, por ejemplo, es una emoción que sirve para recibir apoyo de los demás y hacer instrospección.

La rabia sirve para manifestar nuestra molestia con aquellos hechos que, justamente, atentan contra nuestra dignidad. El miedo nos protege y la alegría nos permite celebrar cuando logramos algo.

Tal como lo habrás notado, las emociones son mecanismos adaptativos para cuidar, entre otros asuntos, la dignidad y el amor propio.

4. Deja de esforzarte por encajar con todos

Cuando intentas encajar con todos, estás forzándote a ser quien no eres porque cada individualidad tienes sus propias características y estas no son compatibles con todos.

Intentar que lo sean es dañar el amor propio y la dignidad. Entender que esa persona quien eres le interesa a alguien o a un grupo, pero no a todos, es una forma de ser digno.

5. Aprende a decir que no

Si la dignidad fuera un saco, decirle que sí a todos sería una forma de vaciarla lentamente.

Tu tiempo es valioso y lo que te interesa también. Cuidar esos valores es cultivar tu dignidad y tu amor propio.

Para que eso suceda debes aprender a decir que no, de modo que la vida no se te vaya solo en complacer a los demás.

6. Selecciona bien a las personas con quienes te relacionas

Hay personas que, lejos de hacerte bien, atentan contra tu dignidad y tu amor propio. Para que las reconozcas solo debes pensar en la forma en que te tratan y cómo, generalmente, buscan imponerte qué hacer y cómo pensar.

En la medida en la que te relacionas con personas así, estás autosacrificándote por sostener relaciones que a la larga terminarán por hacerte sentir resentimiento y hasta culpa por haber estado tanto tiempo ahí.

7. Pídete perdón si has atentado contra tu dignidad y cambia el plan

Aceptar que hemos contribuido a que nuestra dignidad sea vulnerada es un acto de valentía que rinde frutos importantes. Cuando aceptamos lo que nos sucede y lo vemos como una oportunidad de aprendizaje, entonces también fortalecemos nuestra dignidad y nos damos el lugar que nos merecemos.

Conclusión

La dignidad no solo se pierde, sino que a veces, ni siquiera se desarrolla. Y no porque no queramos, sino porque se nos anula desde niños y, cuando nos hacemos adultos, nos damos cuenta de ello, por lo general, en medio de relaciones de abuso.

Nunca es tarde para trabajar en ella, sobre todo porque grandes cosas ocurren cuando ponemos la mirada en lo que nos importa y en lo que nos genera bienestar.

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