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Cómo identificar y afrontar ataques de pánico

La ansiedad es una emoción común a todos los seres humanos, está presente durante toda la vida y como el resto de las emociones cumple una función, nos prepara ante lo que podría ser peligroso y por lo tanto se activa frente a la percepción de una amenaza o peligro. 

 

Evolutivamente ha servido al ser humano para sobrevivir, preparándolo para la huida o la lucha. Su finalidad es adaptativa, generando protección frente a posibles peligros. Podríamos imaginarla como un sistema de alarma que nos protege. La respuesta de ansiedad se expresa a nivel corporal (fisiológico), mental (cognitivo) y conductual

 

Los tres componentes se dan en la ansiedad normal, no obstante cuando se torna excesiva y frecuente puede llegar a generar diferentes trastornos, como por ejemplo el Trastorno por Pánico. 

 

¿Qué es el ataque de pánico?

Ataques de Pánico

El pánico es una experiencia de miedo intenso que da sensación de desorganización o descontrol que puede incluso llevar al shock, desmayo o muerte. Por otra parte, el ataque de pánico es un episodio de miedo o ansiedad que aparece de forma repentina y se acompaña de síntomas físicos y cognitivos. 

 

Esto causa a la persona falta de aire, mareo y/o palpitaciones acompañado de la sensación de que se está apunto de morir en muchos de los casos. Las manifestaciones pueden durar entre 5 y 20 minutos siendo posible que se extienda hasta por algunas horas, aunque el máximo nivel de ansiedad se da en los primeros 10 minutos.

 

Los síntomas que se experimentan incluyen: 

  • Síntomas emocionales: temor a morir, miedo a perder el control o la cordura, despersonalización o sensación de no sentirse uno mismo, irrealidad o experimentar desapego de sí mismo. 
  • Síntomas cardíacos: malestar u opresión en el pecho, latidos, palpitaciones o aceleración del pulso cardíaco. 
  • Síntomas neurovegetativos: sudoración, sensación de debilidad o de que puede estar por desmayarse, mareo o inestabilidad, sensación de vacío en la cabeza.  También se presentan escalofríos o temblores, oleadas de frío o calor, hormigueo o adormecimiento de alguna parte del cuerpo.
  • Síntomas digestivos: malestar abdominal o náuseas.

 

La variante patológica: trastorno de pánico

Cuando los ataques de pánico se presentan de manera recurrente, es decir, ocurren a menudo y de manera inesperada puede tratarse de un trastorno de pánico, patología que se caracteriza por crisis seguidas que se presentan por al menos un mes y se presenta una inquietud persistente por que sea posible seguir presentando crisis y preocupación por las consecuencias significativas que se pueden identificar como cambios en el comportamiento y malestar. 

 

El antecedente más habitual a las primeras manifestaciones o ataques de pánico es el estrés, que al causar efecto físico, mental y emocional induce la activación frecuente del sistema nervioso. De esa forma, aunque la persona que presenta el primer ataque de pánico no logra identificar un detonante o punto de quiebre en su vida, la reacción física que experimenta tiene relación con la activación del organismo ante el peligro o situaciones de riesgo y existe un error en el procesamiento que activa esa función aunque no exista una amenaza real.

 

Al respecto, la teoría de Barlow o Biofisiosocial (1988) explica el ataque de pánico como una falla del sistema de alarma que genera vulnerabilidad fisiológica y psicológica pasando el sistema autónomo a un estado hipersensible y surgiendo pensamientos y creencias sobre estas sensaciones físicas como “peligrosas”.

 

Después de cada crisis el sujeto siente agotamiento físico y miedo a volver a experimentarlo, no logran dar una explicación racional a sus síntomas y surgen pensamientos distorsionados sobre su experiencia, siendo necesario que se produzcan cambios en sus comportamientos habituales para lograr el descanso y recuperar la seguridad en sí mismo.

 

Tratamiento o psicoterapia

Las recomendaciones para afrontar un ataque de pánico son parte de los primeros auxilios psicológicos y se basan en técnicas de respiración y de distracción de la mente para poder devolver al cuerpo a un estado de homeostasis y disminuir el malestar. Esto incluye la importancia de psicoeducar acerca de cómo se manifiestan estas crisis y poder diferenciarlas de enfermedades orgánicas, crónicas o incluso de síntomas de un infarto cardíaco (con los que se suelen confundir).

 

Por ello, los principales síntomas de pánico pueden llevar a una interpretación distorsionada de los mismos y las palpitaciones o taquicardia suelen acompañarse de pensamientos catastróficos como “voy a morir”, el ahogo o falta de aire puede llevar a la persona a pensar que va a ahogarse cuando no existen casos de ahogamiento por una crisis de pánico y el hormigueo en las debilidades puede explicarse como “me siento muy débil” o “se me durmieron las manos” cuando en realidad se trata de una sensación que surge de la mayor afluencia de sangre en las zonas requeridas para la lucha o huida ante un peligro inminente.

 

La respiración y relajación son esenciales para nivelar la cantidad de oxígeno en el cuerpo ya que la hiperventilación es la responsable de los desequilibrios, estos pueden ser la respiración 4×4, respiración diafragmática o ejercicio de relajación progresiva. Para ello es necesario concentrarse en el presente y dejar los pensamientos de lado, proceso que es mucho más fácil al reconocer que se atraviesa por niveles de ansiedad y cuestionar los pensamientos catastróficos, generalizaciones y polarización del pensamiento.

 

Esto último es posible con apoyo profesional, donde el psicólogo o psicoterapeuta cognitivo ejerce técnicas de reestructuración cognitiva para poder dar con pensamientos alternativos mucho más realistas que los pensamientos automáticos. Algunas preguntas que se le ofrecen al paciente en el primer abordaje le orientan en la práctica por reconocerlos y pueden ser planteadas como:

  • ¿Qué es lo que pensaba mientras manifestaba mi ansiedad?
  • ¿Qué pienso que podría pasar si eso ocurre o fuera cierto?
  • ¿Qué es lo peor que puede ocurrir?

Esto permite identificar progresivamente creencias limitantes y los pensamientos negativos más frecuentes sobre estas siendo posible cambiarlos por afirmaciones positivas. Las personas que utilizan autoverbalizaciones positivas cursan crisis de pánico menos intensas y de menor duración, le permite acompañarse y pedir espacios seguros, mientras que los pensamientos negativos perpetúan la negación y el desconocimiento de sus propias necesidades. 

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