El sentimiento romántico se encuentra presente en la vida diaria de cada ser humano, dado que aunque no se experimente en pleno el ambiente se encuentra plagado de demostraciones de afecto, es la base del comportamiento humano y se encuentra entre las necesidades básicas a ser consumadas para la realización personal.
En este orden de ideas, desde el ámbito neurobiológico los estudios relacionados a psicofisiología de este sentimiento se han vuelto populares entre científicos y personas comunes. El sentimiento amoroso y apego son fuerzas dinámicas que tienen lugar dentro de cada persona, aprende cómo la psicología puede explicar sus fundamentos.
El amor desde un punto de vista evolucionista
En función a las conclusiones brindadas por Helen Fisher, respecto a la manera como ha sido posible heredar “costumbres” en función de la evolución del ser humano y modela la manera en que el individuo se comporta como especie y la manera en que hoy día concebimos este sentimiento.
Siguiendo los mismos lineamientos y ejemplificando a un ambiente real, se pueden reflejar las postulaciones de Helen Fisher en un sinfín de situaciones donde el relacionarse era el objetivo, como la manera en que los hombres primitivos conversaban sentados lado a lado de su compañero para poder mantener su vista en posibles presas o las mujeres siendo madres que ponen su rostro muy cerca del bebé para hacerlo estar en silencio.
También explica cómo algunas personas simplemente no hacen “match” aunque las condiciones lo favorecen, se reflejó en resultados de sus investigaciones que personas compatibles acababan con un destino, por alguna razón, no próspero aun a sabiendas que la otra persona contaba con características apreciables por el individuo. En otras palabras, basamos nuestro apego a experiencias anteriores que nos acopla el código genético, tenemos un prototipo muy bien definido de estímulos que condicionan nuestro “querer”, dando como resultado la aceptación y apego a personas que generan esos estímulos y rechazando a aquellas que no sean capaces de generarlos.
Esto influye de tal manera en el individuo que es capaz de rechazar a su prototipo ideal de pareja por el simple hecho de no compartir el vínculo químico que estimule su cerebro y le haga sentir apego, de esta forma, toma mayor valor y relevancia el dicho “El amor es ciego”.
¿Qué efectos tiene el enamoramiento en nuestro cuerpo?
Este sentimiento, como el resto de impulsos que poseemos involucra su actividad cerebral, el valor de recompensa de una pareja está mediado por la dopamina del núcleo accumbens, zona del cerebro que forma parte del sistema límbico, y también puede ser modulado por áreas corticales como el cíngulo anterior; con la intervención de las conexiones directas con el núcleo accumbens.
En función a esto, podemos comprender cómo la motivación a tener nuevos acercamientos a esa persona especial se ve reforzada por sustancias químicas segregadas por las neuronas del Sistema Nervioso Central, como la dopamina, que en especial posee una función de repetición que luego con el pasar del tiempo al obtener la habituación pasará ese fuego inicial que nos mantuvo obsesionados.
Para hacernos una idea, la dopamina es el neurotransmisor relacionado al sistema de recompensa y tiene especial participación en aspectos de drogodependencia y adicción a los juegos de azar o videojuegos. Básicamente nos encontramos con una ola de placer dopaminérgico que le dice a nuestro sistema “esto es genial, repitamos, esto me gusta mucho acércate”.
La relevancia del factor social en el amor
Como vemos, sin la presencia de los neurotransmisores que convierten el amor en una parte vital de la vida no sería posible que el amor romántico sea lo que es. Porque, además de sus efectos en el comportamiento de las personas, el amor es aprendido y encuadrado en esquemas sociales.
Esto es una referencia importante en cómo desde nuestro nacimiento requerimos del cariño y amor para sobrevivir, más tarde, las figuras de apego se van transformando en función de la etapa evolutiva y se desarrollan estilos de apego que se mantendrán con la pareja y que de manera adaptativa hemos desarrollado para nuestro bienestar y reproducción.
Bajo esta concepción, el amor es solo una construcción generalizada y asimilada por la sociedad para definir un comportamiento natural del cuerpo, pero a pesar de esto, es muy difícil de explicar o entender.
Diferencias entre amor y apego
En principio, antes de decir cualquier otra cosa al respecto, se debe de saber que el amor es mucho más que apego. Como hemos podido observar anteriormente, el amor es un tema casi místico para la humanidad, pero indudablemente se relaciona con el apego que se desarrolla en la primera infancia hacia nuestras figuras parentales.
La teoría del apego
Bowlby (1993) formuló su teoría, definiendo la conducta de apego como cualquier forma de comportamiento que hace que una persona alcance o conserve proximidad con respecto a otro individuo diferenciado y preferido. Además, el apego puede tender hacia lo ansioso, donde se tendrá momentos de calma mientras la figura de apego permanezca accesible y responda, incluso sólo con miradas o sonrisas que validen el acercamiento. Y en su variable de apego evitativo, presente cuando en ciertas circunstancias y por patrones de cuidado en la infancia la persona se mantiene distante de aquellos a quienes quiere.
Estos comportamientos tienen explicación en base a cómo se vive la cercanía con los padres, se puede llegar al seguimiento o aferramiento a la figura de apego, los niños también cuentan con la tendencia a llamarla o a llorar, conductas que mueven a esa figura a brindar sus cuidados.
Finalmente, basándose en ambos postulados se puede afirmar que el apego emocional, el sentir, el querer o como mejor se conoce “amar” está estrictamente relacionado con una respuesta natural del organismo el cual busca encarecidamente estimulantes y que toda expresión de cariño o afecto proviene de la química corporal. Pero yendo a un punto de vista más humano, es preferible ver el amor como un azar del destino, una chispa que nos embaucó en una serie de emociones que no conocíamos.