En estos tiempos donde nuestro ritmo de vida habitual se ha pausado, hay muchos tipos de situaciones en cuanto a cómo se lleva la cuarentena. Entre todas las variantes que puede haber, estan el aislamiento en soledad y la cuarentena hacinada.
Por un lado tenemos a un individio que vive solo en una casa o apartamento, con espacio suficiente para sí mismo, pero sin compañía alguna; por el otro lado están las familias o grupos que por las precarias situaciones de los sectores economicos más bajos del país, deben coexistir en un ambiente reducido y, en una gran cantidad de casos, con más personas de las que se debería, mas con el beneficio —si así podemos llamarle a condiciones como esas— de tener a otros con quienes compartir.
De ambas caras de la moneda se puede sacar algo bueno, pues una goza de un bajo riesgo de contagio, y la otra puede encontrar un alivio emocional al tener otros con quien relacionarse. Sin embargo, así como en el resto de hogares que también pasan por la cuarentena, ningún caso de los dos anteriormente mencionados es del todo cómodo.
Los humanos somos seres sociables, por ello, necesitamos tener comunicación con otros para llevar una vida feliz y sana. En mayor medida para unos, y en menor para otros, relacionarse con amigos y familia es esencial en el día a día; ahora que es obligatorio permanecer dentro de los hogares gracias al coronavirus, esta comunicación con los demás se ha reducido casi en su totalidad, pero es peor para quienes viven solos, ya que no tienen ni siquiera con quién pasar los malos ratos dentro del aislamiento.
Lo positivo es que hoy en día existen las redes sociales, y podemos llamar y hasta ver a otros sin importar qué tan lejos estén, cosa que hace el encierro más llevadero, aunque no menos pesado, pues esto no se compara a tener frente a ti a una persona y poder tener contacto físico con ella. Está comprobado que la soledad no es buena para nuestro cuerpo y mente, puesto que esta acarrea consigo problemas como el estrés, la tristeza y hasta una disminución de la calidad del sueño.
Aún así, lo bueno de estas circunstancias es que las probabilidades de contagiarse o contagiar a otros se reduce considerablemente, ya que estando solo se evita recibir a alguien que traiga consigo el virus, y en caso de estar ya contagiado, no existe la preocupacion de enfermar a otros.
Caso contrario sucede en las cuarentenas hacinadas, que tienen consecuencias más físicas que psícologicas. En cuanto a lo que respecta a las personas que viven en hacinamiento, el espacio reducido y la situacion precaria en la que suelen estar los individuos hace que el aislamiento sea duro y poco eficaz, dado que su fin original —o sea, funcionar como un medio para evitar contagios— se ve obstaculizado por lo difícil que es mantener distancia con otros.
Mientras que hay familias de cinco personas que viven en una casa de tres habitaciones, con algo de espacio para cada miembro, existen bloques con decenas de apartamentos de dos habitaciones y espacios mínimos donde hasta ocho personas pueden estar conviviendo al mismo tiempo.
Esta desigualdad social que viven cientos de miles de personas en el país, donde no tienen opción más que compartir techo con una cantidad abismal de individuos para el espacio que se tiene, empeora si a la ecuación agregamos una pandemia que no hace otra cosa que aumentar y poner en riesgo la vida de adultos mayores y personas con una salud delicada.
En una buena cantidad de casos, si es que no la mayoría, las personas que viven en hacinamientos tienen una situacion economica media-baja y baja, donde lo poco de su sustento lo consiguen en trabajos que requieren el salir de sus casas. Estas personas, además, deben salir constantemente en busca de alimento y de articulos de primera necesidad para mantener a los suyos, en zonas de alta densidad poblacional en condiciones iguales.
Puede que lo único rescatable de estas circunstancias tan desalentadoras es el poder pasar por ellas junto a otros, sean amigos o familiares, con quienes se pueden desahogar y apoyar mutuamente. Sin embargo, esto último puede ser más apreciado por los adultos que por los niños, ya que estos, a veces sin comprender del todo lo que sucede, se aburren con facilidad. Se sabe de casos de familias que viven una cuarentena hacinada con hasta tres niños pequeños, a los que, a diferencia de hogares con más recursos, no pueden distraer con algún aparato electronico, ni pueden llenar de juguetes con los que se divierta.
También están los adultos mayores, quienes son el grupo más delicado dentro de esta pandemia. Estos tienden a ser víctimas del estrés que causa el encierro y la ansiedad del mismo.
No solo está el caso de familias en espacios reducidos, sino además aquellos que viven en hogares sociales, sean adultos mayores, niños, inmigrantes o personas en situacion de calle. Estos lugares albergan dentro de sí una gran cantidad de personas que, de tener entre ellos a un caso activo, acabaría por contagiar al resto en cuestión de días.
Ninguna de las opciones anteriores, ni la soledad ni el hacinamiento, es del todo agradable, pero algo que no se puede negar es que el estatus económico de el o los individuos afecta directamente en cómo afrontará la cuarentena, para bien o para mal. Viendolo de está manera, quien goza de una mejor situación en general, es quien está solo, pues tiene la estabilidad suficiente como para costearse un espacio propio donde no es afectado por otros.
Al final del día, es la situación económica lo que define qué tan seguro o complicado será el aislamiento. No significa que quienes vivan solos estén muchísimo mejor, ya que un espacio propio no es sinónimo de privilegios, sino que esta comparación nos hace notar lo peligrosa que se está volviendo la desigualdad social dentro de la pandemia que vivimos actualmente.