El mercado informático, además de ser uno de los negocios más rentables del mundo, es una instancia que a su vez está abarcando una gran cantidad de espacios sociales. Las antiguas formas de reunión comunitaria, el tradicional partido de fútbol en un parque del barrio o la clásica reunión de amigos en la esquina de la cuadra, se han ido reemplazando de forma cada vez más frecuente por mecanismos virtuales de mensajería instantánea donde cada usuario de alguno de los softwares dispuestos para ello cuenta con un grupo de contactos con los que se comunica electrónicamente de forma voluntaria.
La incorporación de estas nuevas tecnologías, que alcanzan un mercado de miles de millones de cuentas a nivel mundial, sin duda ha provocado profundos cambios en las formas de interactuar de los seres humanos y con ello en la forma en que las sociedades modernas desarrollan su existencia. Sin embargo, ante las nuevas funcionalidades tecnológicas con que son elaborados los últimos programas de comunicación, surge la pregunta acerca del tipo de demanda cultural que está implicada en la oferta tecnológica que de forma tan veloz invade los mercados informáticos y nuestros hogares.
Aplicaciones de Comunicación versus Comunicación Efectiva
Algunos de estos softwares de mensajería instantánea que hoy resultan tan conocidos por el público usuario de internet como Whatsapp, Facebook Messenger o Skype, ya tienen varias generaciones de vida, en donde cada nueva versión reemplaza a la anterior con características que permiten mejorar la “experiencia de los usuarios”. Por ejemplo, el modo en que inicialmente los softwares de mensajería instantánea permitían la comunicación se fundaba en la transmisión de mensajes de texto que podían intercambiar dos usuarios o más situados en cualquier punto del planeta, que compartieran una sala de chat o un programa de mensajería de contactos específicos. Luego, esta característica ha ido incorporando una serie de utilidades complementarias, como la transmisión de fotografías, de mensajes de voz e incluso señales de video. Los mensajes de texto, en tanto, han sido dotados con la posibilidad de acompañarse con una serie de íconos adicionales dispuestos para expresar emociones de los más variados tipos (conocidos como emoticones).
Pero a pesar de esta aparente posibilidad que ofrece el mundo informático para facilitar los procesos de comunicación entre los seres humanos, hoy por hoy es cada vez más difícil lograr una comunicación directa, cara a cara, en donde ambas partes tengan plena conciencia del otro. Nadie que entra en una sala de chat puede estar seguro de que la persona que está al otro lado es la que dice ser. Algo parecido pasa en los colegios con el “carteo”, en donde un curso de hombres (de un colegio) se comunica con otro de mujeres (de otro colegio) mediante cartas pero sin conocerse previamente ente ellos. Sólo un representante de cada curso se conoce con el otro para hacer el nexo y entregar las cartas de cada curso, contando (los representantes) con una lista con los nombres del otro curso. Aquí se da algo parecido a los chat, pues los interlocutores establecen un diálogo por un medio escrito con alguien que no conocen. En los colegios esto pasa cada vez menos, pero en la red, los chat se usan con frecuencia, incluso se han publicado noticias que relatan historias de personas que se han conocido virtualmente, llegando a establecer casi una relación íntima, y donde luego, en un encuentro en persona, han ocurrido crímenes de los más diversos tipos.
Identidades Virtuales
Esto último nos lleva a pensar por qué alguien tendría que ocultarse en un espacio virtual para mostrarse de una forma diferente a como es. Un extracto sacado del texto de Sherry Turkle, La vida en la pantalla dice en el contexto de juegos en internet: “ ‘Esto es más real que mi vida real’ dice un personaje que resulta ser un hombre que interpreta a una mujer que está simulando ser un hombre. En este juego el yo se construye y las reglas de la interacción social se edifican, no se reciben” Esto muestra lo fácil que es cambiar de identidad en un espacio virtual en donde uno mismo pone los límites de su identidad.
Si lo anterior se suma al hecho de que compañías como Microsoft han lanzado dispositivos como el AV Voice Changer Software, con el que se puede disfrazar la voz y hablar como bebé, mujer o actor famoso, o el VirtualCamera, un software que ocupa fotos, videos y otros archivos guardados en el PC para simular una cámara web, se entiende que existe una tendencia creciente a fabricar tecnologías que permiten disfrazar la identidad personal.
Tomando en cuenta estos antecedentes, la investigación se centra en los factores culturales por los qué tecnologías de mensajería instantánea poseen un consumo tan amplio dentro sociedades como la nuestra. Entendiendo como “factores culturales” en este caso, todo el peso que tiene la cultura a la hora de establecer estereotipos de comportamiento “normal” que debentener hombres y mujeres, dejando afuera toda posibilidad de ser distinto, reprimiendo las fantasías que se puedan tener, los personajes que a alguien le gustaría ser y, en fin, cualquier comportamiento que sea mal visto en el espacio público. Por ejemplo, se discrimina a quién tenga un habla distinta (de forma poética, medieval, imitando animales…), quien guste de vestir de manera “extravagante”. Aunque hoy la sociedad está más abierta a aceptar la diversidad, pareciera ser más fácil y menos traumático para quienes se enfrentan a la sociedad, hacerlo de manera virtual.
Un caso de identidad multiple
Existen millones de casos de esa transformación a través de internet, un último ejemplo lo entrega alguien (a quien llamaré Carlos) contándonos su experiencia: “una vez entré a un chat con el nombre de Rayen y un tipo se puso a hablarme creyendo que yo era mujer. Encontré interesante la forma en que hablaba y quedamos de encontrarnos otra vez en el mismo canal. La próxima vez me dijo ‘hoy soy un caballero de la mesa redonda’ y hablaba de forma extraña. Otra vez dijo ‘ahora soy un médico’ y usaba palabras de doctor. Otra dijo ‘ahora soy Don Quijote’ y se ponía a hablar en castellano antiguo… yo nunca le dije que era hombre para que no dejara de hablar así, me impresionó cómo el tipo podía tomar distintas personalidades” Este caso nos muestra cómo ambas personas se hacen pasar por otro. Carlos se hizo pasar por mujer (y en este relato cambió su nombre) y la otra persona cada vez hacía las veces de un personaje distinto. Pero ¿por qué?… ¿es acaso como cuando uno va a una fiesta de disfraces? Para algunos ese espacio virtual es mucho mejor que la “vida real”, un mismo sujeto puede interpretar a varios personajes a la vez para cubrir distintos deseos, es el caso que nos muestra Turkle: “Doug interpreta a cuatro personajes (…) una mujer seductora. (…) el otro es un macho, un típico cowboy(…) el tercero es un conejo, ‘Zanahoria’ (…) ‘es tan poca cosa que puede inmiscuirse en las conversaciones privadas de la gente. Así que pienso en Zanahoria como mi personaje pasivo, como un voyeur’ (…) con el cuarto ‘me siento como un turista sexual’ Si bien no vemos los cambios de identidad en internet como una patología o problema, creemos que esa acción tiene su fundamento en procesos de represión que están dados por la cultura, y sería interesante preguntarse cuáles son esos estereotipos y que relación tienen con los cambios de identidad en internet.
Para esto hay un concepto psicoanalítico que da cuenta, en parte, de ese proceso. La “sublimación” es el mecanismo que tenemos para hacer lo que queremos pero ocultando lo que pueda aparecer como socialmente no-aceptado disfrazándolo de otra cosa, pero en el fondo se está satisfaciendo el mismo deseo. Internet abre ese espacio, pues mediante un chat se puede ser y hacer sin recibir presión social tal y como se plazca.)
¿Qué estereotipos culturales operan (y cómo lo hacen) al momento de adquirir una identidad virtual?
La identidad es un término que no se define de forma unívoca en ciencias sociales. Numerosas son las posiciones teóricas y epistemológicas para establecer de qué se trata este concepto, pero resulta interesante una noción asociada a Judith Butler, para quien no existe una identidad preexistente, sino que sólo habría performatividades posibles que producirían su materialidad, es decir, reglas normativas que portarían los límites de lo humano a partir del discurso cultural. El concepto identidad no es un concepto estático ni azaroso, sino que está condicionado por factores culturales y sociales.
En este sentido, un cambio de identidad facilitado por tecnologías que a menudo son manejadas en el espacio privado, podrían dar cuenta de manera retroactiva acerca de cómo la prohibición de ciertos estereotipos o formas de ser que nuestra cultura rechaza adquieren una clara consistencia bajo instancias donde la identidad social de un individuo tiene la posibilidad de quedar anónimo.