En algún lugar del mundo hay una persona que, ahora mismo, está intentando contener el llanto.
En algún otro lugar, seguramente, hay alguien más dándole rienda suelta a su llanto sin importar que se encuentre en público.
No hace falta dedicarse a la estadística para concluir que los que confo
rman el segundo tipo de personas son muchos menos que los del primero porque, aunque llorar es algo natural, no está tan bien visto como quisiéramos, menos si se hace en frente de todos.
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Factores que nos impiden llorar en público
Las razones por las que evitamos el llanto frente a otras personas tienen diversos factores. Estos son los que consideramos más importantes.
La cultura es la madre de lo que aprendemos
La cultura nos permea. No podemos escapar de ella porque es ahí en donde nos desarrollamos y hacemos las personas que somos.
Cada uno de nuestros aprendizajes se da en ella. Sí, con variantes según el contexto y el entorno más cercano de cada uno, pero, al fin y al cabo, en ella.
Ahí también aprendemos a expresar nuestras emociones y la forma en que nos relacionamos con los demás. Visto que cada cultura es distinta, lo que sucede dentro de cada una, también.
Por ejemplo, en cuanto al hecho de llorar en público, lo que sucede en una cultura o en otra, es también distinto. En el caso de la nuestra, la cultura latina, hay una serie de condicionamientos que nos hacen actuar de una u otra forma frente a la posibilidad de mostrar nuestro llanto delante de otras personas.
Aun hoy, se puede escuchar frases como «no llores, no es para tanto» o «¡qué acaso no eres hombrecito! No llores».
Lo primero que surge a partir de frases como estas es que hay algo malo en llorar o, cuando menos, que llorar es algo que solo se debe hacer si la situación es realmente grave. La trampa en este último planteamiento es que no todos percibimos lo que es grave de la misma forma, así que lo que puede gatillar el llanto en uno, puede que no necesariamente lo gatille en el otro, pero en cualquier caso, quien sienta la necesidad de llorar merece respeto.
Por otra parte, llorar, al menos en la cultura latina, está visto como un signo de debilidad. Quien llora en público corre el riesgo de ser visto como una persona que no se puede controlar, una persona débil que se resiente y lo demuestra.
El género cuenta
Ver llorar a una mujer en público es mucho más frecuente que ver a un hombre haciendo lo mismo.
El hombre, visto como símbolo de fortaleza, no debería mostrarse débil. Y llorar delante de otros (incluso en privado), es para algunos lo opuesto a ser fuerte.
La mujer, por su parte, tiene menos frenos a la hora de llorar. De hecho, en un grupo o comunidad de mujeres, este acto se toma rápidamente como una invitación a ser consolada y acompañada.
Las creencias sobre el llanto en público y en privado también condicionan
Lo que pensamos acerca del lugar en donde lloramos es un condicionante a la hora de llorar.
Algunas creencias sobre llorar en público son:
- Llorar delante de los demás es vergonzoso.
- Cuando lloro delante de los demás siento que me juzgan.
- Llorar en público me puede hacer sentir mejor al inicio, pero después me dejará pensando en el ridículo que hice.
- La procesión se lleva por dentro.
- Llorar es algo íntimo que no debe hacerse delante de los demás.
Si bien es cierto que coincidimos en la intimidad que puede haber en el acto de llorar, también lo es que, si pensamos de forma más adaptativa y reflexionamos acerca de la función de la tristeza, nos damos cuenta de que esta es una emoción relacional, es decir, sentimos tristeza ante la sensación de pérdida y lloramos como una forma de llamar la atención de los demás para que se acerquen a consolarnos.
Esto nos abre la puerta de otra forma de ver el llanto, esa en la que muchos dicen que llorar solos los hace sentir peor de lo que estaban. Con esto no queremos decir que siempre se deba llorar delante de otros, pero sí que se debe tener en cuenta esta ventaja.
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¿Cómo acompañar a otro mientras llora?
¿Te ha pasado que cuando alguien llora frente a ti el primer impulso que sientes es el de pedirle que deje de llorar? Ver cómo otro deja aflorar su llanto es algo que inquieta a muchos.
Esto, tal vez, se deba a lo que hemos aprendido acerca de llorar. Es como si algunos lo vieran como algo que se deba contener porque tiene alguna implicación negativa en sí. Y no, llorar es en realidad la expresión de lo que sucede a nivel interno. Si algo deberíamos revisar no es el llanto en sí mismo, sino lo que lo detona, eso que está haciendo que lloremos.
De ahí la importancia de saber acompañar a alguien mientras llora.
Lo primero que debemos evitar es restringirle la posibilidad de que llore. Si está a punto de llorar o si ya está haciéndolo, lejos de pedirle que cese, nuestra función es hacerle sentir nuestra compañía, preferiblemente en silencio.
Por insignificante que parezca, ofrecerle un pañuelo o una servilleta para que llore es una forma de acompañarlo.
Si la persona es dada al contacto físico, puedes probar con abrazarla o ponerle la mano en el hombro. Si no, es preferible que le des su espacio.
Una vez que haya cesado el llanto, dedícale el tiempo necesario para escuchar qué es lo que le sucede y conversa hasta donde alcancen tus posibilidades. Evita los consejos, pues lo que tú consideres como solución a lo que le pasa no necesariamente se corresponde con lo que esta persona pueda necesitas en realidad.
Sugiérele acompañamiento profesional de ser necesario.
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