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Una mirada sobre las categorías de sexo e identidad de género

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identidad de generoLa historia ha sido escenario principal de variados tópicos que han generado importantes controversias entre las categorías de sexo e identidad de género, tanto en la sociedad como en la comunidad académica, ocasionando muchas veces dualidades, cuestionamientos y tematizaciones sobre los mismos, ligándose fuertemente a procesos y contextos que, si bien es cierto, han sido objetos constantes de divergencias respecto a distintas creencias, muchas veces sesgadas, no es menos cierto que han existido períodos donde se ha discutido en profundidad el análisis de dichas temáticas. Este es el caso del tema que será abordado en el presente escrito, el cual hace referencia a las perspectivas que presenta la psicología desde el marco de la percepción en tanto categorías de género y sexo, principalmente en el contexto socio-cultural de Chile.

Como previamente se mencionó, han existido períodos de principal interés en el cuestionamiento de las tradiciones, principalmente las que involucran a la sociedad de una forma cotidiana, siendo destacable dentro de estos, el proceso de Modernidad, debido al principal interés de dicho período por dar sentido al mundo y, a su vez, buscar una explicación  de las cosas, más allá de lo simple y cotidiano.  Respecto a esto, “Muchos historiadores señalan los siglos XVII y XVIII como períodos de enorme cambio en nuestras concepciones del sexo y la sexualidad.” (Fausto-Sterling, 1990, pág.22) en el sentido que, respecto a dicho período, surge un intento por cambiar el paradigma reinante en aquellos siglos respecto de dichas temáticas que incumben a todos los individuos.

A partir de variados cuestionamientos, han surgido distintas perspectivas dentro de la psicología, las cuales han pretendido dar una respuesta a la conceptualización propia de esta temática, que, en la mayoría de los casos históricos, ha sido señal de constante dicotomías entre el factor biologicista-positivista, al contrario del factor social-culturalista.

La problemática de las categorizaciones de sexo y género se han situado como temas sumamente controversiales, debido a la implicancia que posee en el marco de la cultura, este último, caracterizado por una pluralidad de percepciones, acompañada, a su vez, de una época en la que cada individuo se encuentra habilitado para hacer valer sus pretensiones de verdad, por lo que, inherentemente, se generaran conflictos sociales respecto al impacto que poseen estas categorizaciones sexuales en el desarrollo, tanto social como personal de los individuos, respecto de la manera imperante de percibir dichos conceptos de sexo y género, en el sentido de que, todo aquello que no se apegue a lo normativo y normado pueda ser objeto de prejuicios característicos de diferentes épocas, en cuanto, “las prácticas sexuales y su consideración social varían no sólo con las culturas, sino con el tiempo.” (Fausto-Sterling, 1990, pág.28)

Es respecto a lo anterior que se decide abordar la problemática desde la percepción, proceso que debió ser considerado de forma integral, desde sus respectivas perspectivas revisadas en cátedra, puesto que, dadas sus características, se considera como un factor fundamental en la constitución cultural, dentro del desarrollo de conceptos que en la época actual se incluyen en una visión determinada sobre género y sexo, donde “la identidad de género se apoya de manera inicial en la percepción de un dimorfismo sexual (diferencias anatómicas y fisiológicas) (…) y de manera fundamental, en el ejercicio reflexivo que se da dentro de un espacio y sociedad determinada.” (Rocha, 2009, pág.253)

Siguiendo la línea de lo previamente contextualizado, se ha tomado como objetivo el realizar un análisis de las distintas perspectivas que presenta tanto la psicología como la sociedad chilena respecto a categorías discutidas constantemente en la actualidad, como sexo y género, a fin de poder realizar una comparación satisfactoria que logre dar cuenta de la existencia o ausencia de una concordancia en la cosmovisión desde una posición especializada.

¿Cuál es la posición de la psicología, en tanto percepción, sobre las categorías de sexo e identidad de género, en Chile?

Históricamente, han sido variados y dinámicos los debates sobre las categorías de sexo y género. Si bien, han sido muchos quiénes han tenido voz en la discusión, y desde múltiples áreas, tanto profesionales como sujetos ligados a la discusión en cuanto a su experiencia, aún no ha sido posible llegar a un consenso sobre qué se entiende por cada una de ellas, y en ese sentido, cuáles son las consecuencias o repercusiones que tienen en campos profesionales y en el escenario cotidiano en el que se desenvuelve la sociedad completa.

Sin embargo, el hecho de que aún existan áreas que discutan sobre sus definiciones, no implica que hoy en día, tanto en nuestra sociedad nacional como en sitios más universales, no se reconozca o no predomine en el campo una perspectiva. Si sucede en muchísimas otras áreas, tales como las diferencias que existen dentro de la psicología, ¿por qué no va a suceder frente a categorías que son utilizadas en el diario vivir? Y es ahí, el punto sustancial del tema a tratar en el presente escrito. La constancia con la que son ocupadas ambas categorías en la vida cotidiana, y en áreas profesionales, es una de las razones del por qué hoy es un tema para analizar. Ahora bien, es necesario destacar que todo aquello que se piensa y se fomenta sobre ambas categorías, están situadas desde alguna perspectiva y, por lo tanto, desde alguna percepción. Es por esto, que es necesario destacar cuáles serán los polos que rondaremos y que darán pie al análisis, desde las ideas de percepción y los procesos de conocimiento, hasta las concepciones que se mantienen sobre las categorías de sexo y género.

Para reflejar lo anterior, serán utilizados dos autores principalmente, quienes en primera instancia aportarán desde sus recopilaciones nociones básicas sobre corrientes dominantes y opcionales de la psicología, que abarcan la problemática de la definición del fenómeno de percepción, que por cierto, toma lugar en cuanto se intenta analizar cuáles son las percepciones que se tienen sobre las categorías de sexo y género en un campo situado. Vicente Sisto Campos, Psicólogo de la Pontífice Universidad Católica de Chile y Doctor en Psicología Social de la Universidad Autónoma de Barcelona, aportará nociones básicas sobre la línea del cognitivismo que además serán complementadas por María Elena Colombo, licenciada en Psicología de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA y Psicoterapeuta con formación analítica, en la línea del fenómeno de la percepción. Por otro lado, será igualmente Sisto quién nos ayudará a exponer una contraparte a las ideas del cognitivismo, desde las concepciones más culturalistas de autores como Bruner y Vygotsky, sobre el fenómeno a tratar.

Para el cognitivismo “lo que ocurre en la mente es relevante para entender el comportamiento, y la mente está localizada en el cerebro” (Sisto, 2006, pág. 79). En tal sentido, es posible visualizar el carácter biologicista que intenta abarcar la corriente. De este mismo modo, la comparación del procesamiento de información que realiza el sujeto en su mente, y, por tanto, según esta línea, el cerebro con el proceso que lleva a cabo un ordenador (Sisto, 2006, pág. 79), alimenta el carácter cientificista de la teoría. Entonces, es posible visualizar la intención de delimitar un fenómeno a un estado puro, medible y analizable, es decir, se busca trabajarlo desde un punto en donde sea viable la opción de generar una universalización. Colombo, de este modo, sitúa a la percepción como “una función pasiva que informaba al sujeto de un mundo fuera de él (…) era, una vía aferente por excelencia separada y no vinculada con la acción de un organismo que se mueve y cambia en el espacio y en el tiempo” (2012, pág. 1). La misma autora, en este sentido alude a García Albea para expresar sobre las percepciones que “como es propio de todo estado cognitivo, son susceptibles de ser evaluadas en términos de verdad o falsedad” (Colombo, 2012, pág. 3).

Por otro lado, Sisto en referencia a Bruner sostiene que los procesos de conocimiento, y en tal sentido y fundamentalmente, el sujeto en sí mismo, debe ser analizado desde la relación que mantiene en tanto individuo con la sociedad (Sisto, 2006, pág. 96). La evidencia de la tendencia del culturalismo es fuerte en tanto se contrapone a los supuestos del cognitivismo. Un proceso de conocimiento es la percepción, por tanto, podemos afirmar que dicho fenómeno debe analizarse en tanto le sucede a un sujeto, pero este sujeto está situado y en constante interacción con el mundo. Del mismo modo lo sostiene Vygotsky “No es el individuo el que se socializa, al contrario, los procesos psicológicos superiores (…) son internalizados, es decir, reconstruidos (…), desde lo social (…)” (Sisto, 2006, pág. 96).

Así, desde un punto de vista general podemos visualizar dos polos que describen a la percepción, una como un fenómeno vinculado a estructuras internas pero separadas de estímulos externos, y otra en relación directa del sujeto con el contexto. Ahora bien, ¿cuál es la relación que se da entre tales concepciones, con el tema central que abarcará el análisis?  El modo de concebir ciertos procesos psicológicos está en relación directa con los modos en que se conceptualizará elementos relevantes para la conformación de subjetividades. Es decir, la manera en que se conciba un proceso psicológico, como la percepción, puede en cierta medida, determinar el modo en que se visualizarán otros elementos propios, como el sexo y el género, para la construcción de sujetos.

¿Qué tan natural es la relación entre sexo e identidad género?

El sexo y el género han sido categorías que históricamente van de la mano. Siempre se ha supuesto una relación entre ellas, y aunque no existe un consenso sobre cómo se da esta relación y en qué medida se transmite, existen preponderancias. Antar Martínez Guzmán, Doctor en Psicología Social por la Universidad Autónoma de Barcelona y profesor en la Facultad de Psicología de la Universidad de Colima en México, contribuirá con las ideas que generalmente se tienen de las categorías de sexo y género, mientras que Judith Butler, filósofa de la Universidad de Yale y Doctora en Letras, honoris causa de la Universidad de McGill en Canadá, aportará una visión alternativa sobre ambas categorías.

Según Martínez, existen dos formas comunes con que se comprende y construye la categoría de género. En primer lugar, se puede entender como un conjunto de rasgos estáticos, que perduran temporalmente y que caracterizan las diferencias de hombres y mujeres. Estos rasgos están definidos por condiciones biológicas y físicas, como el sexo, entendiendo a este último como la base biológica que diferencia a los seres humanos desde la anatomía. Y, en segundo lugar, como un proceso de socialización que conduce al sujeto a adquirir una identidad de género y los roles que aquella conlleva, pero en consonancia con un marco cultural que diferencia entre hombres y mujeres (2012, págs. 167-168). Desde esta perspectiva es posible generar un enlace con la idea cognitivista de la percepción, en el sentido de que ambas buscan separar lo anatómico y por tanto científico, de la contaminación social y cultural.

Por otro lado, y desde una corriente alternativa, Judith Butler sostiene que tanto la categoría de sexo y de género, son construidas socialmente. Según la filósofa estadounidense, el sexo es tan social como lo es el género, ya que no es que exista un sexo como tal, sino que hay una estructura anatómica como lo es el pene y la vagina, que el ser humano ha decidido definir como sexo en tanto cualidades reproductivas, y desde tal idea, sigue siendo una convención cultural y social y no puramente un aspecto natural. Butler en tal sentido sostiene que “Si se refuta el carácter invariable del sexo, quizás esta construcción denominada «sexo» este tan culturalmente construida como el género; de hecho, quizás siempre fue género, con el resultado de que la distinción entre sexo y género no existe como tal” (Butler, 2001, pág. 55). Bajo esta mirada, es posible concebir un rasgo importante de la cultura y lo social respecto a las construcciones de ciertas categorías. Rasgo que por lo demás, es fundamentado desde la idea de percepción de Bruner y Vygotsky.

Para efectos de este análisis, se utilizará la articulación de la percepción que posee la psicología social y la psicología cultural sobre la concepción de género y sexo, comparado con la concepción que posee la filósofa estadounidense Judith Butler, como el constructo que dará pie a la comparación entre un discurso opcional, para considerar tales categorías y sus efectos en las subjetividades en la sociedad chilena, y el discurso que fomenta la disciplina en el país, sobre tales directrices.

Es entonces que, a partir de lo señalado anteriormente, y en vista de que nos centraremos en el contexto chileno, se hace necesario contextualizar el marco de la Psicología como disciplina en Chile, el cual desde su llegada e inicio a mediados del siglo XX ha sido objeto de una constante evolución hasta la actualidad. En este caso, corresponde señalar que, el estilo que ha tenido la psicología como disciplina en nuestro país “se ha tornado cada vez más complejo tanto por la subdivisión de especialidades como por la multiplicación de enfoques.” (González de Requena, 2013, pág. 73)

A partir de la multiplicidad que se da en la disciplina psicológica, se desprende que las problemáticas que incumben a la disciplina psicológica chilena en la actualidad dan cabida para ser percibida desde distintos, y muchas veces, contradictorios enfoques, así como también tienen la posibilidad de abarcarse desde diferentes especialidades que se despliegan en el marco de la psicología chilena, tales como la psicología clínica, psicología social, psicología organizacional, entre otros.

Es a partir de la discusión en torno a las disciplinas científicas que Foucault señala que las distintas ciencias emergen a partir de prácticas discursivas y modalidades enunciativas, en el sentido de que las disciplinas -así como entre ellas encontramos la psicología-, constituyen un dispositivo central de los regímenes epistémicos, puesto que dotan y proveen  de distintos discursos que delimitan y distribuyen lo enunciable del discurso, entre ellos los discursos que emergen en la sociedad (González de Requena, 2013).

En este sentido, la psicología posee el poder de legitimar o deslegitimar ciertos discursos, propiciando el escenario para que se den las prácticas discursivas en el marco de lo social, puesto que es aquí donde emergen los significados utilizados por los individuos para construir distintas percepciones y nociones sobre lo que ocurre en el mundo. Para esto es necesario tomar en consideración la perspectiva culturalista, puesto que esta “toma su inspiración en el hecho de que la mente no puede existir aparte de la cultura, de modo que el objeto elegido para estudiar la mente es la construcción del significado.” (Sisto, 2006, pág. 97) Es así que las percepciones que poseemos sobre alguna problemática determinada emergen principalmente de la cultura, a partir de la construcción de diferentes concepciones que tomamos a partir de lo que dicen las ciencias y disciplinas, puesto que son las que estudian los fenómenos.

La psicología, hoy en día, posee un papel fundamental en cuanto a las problemáticas cotidianas correspondientes a diversos temas que incumben a la sociedad chilena, en cuanto de ella emergen discursos y formas de conocer y desenvolverse en el mundo social. Es por esto que la disciplina psicológica se torna relevante para entender las problemáticas que nos incumben, tales como las construcciones de las categorías de sexo y género, las cuáles son reproducidas por las instituciones que conforman la sociedad y los mismos individuos que se desenvuelven cotidianamente en ella.

Una de las especialidades de la psicología chilena a la cuál más le ha incumbido las distintas problemáticas que emergen en la sociedad y, en este caso, la problemática entre sexo y género ha sido la psicología social, encargada de analizar los procesos y discursos que influencian en los fenómenos sociales, tales como las relaciones sociales y conductas observables que emergen de la subjetivación de los sujetos. (Ramírez, 2015)

La perspectiva dominante que posee la psicología social respecto a la problemática mencionada, “comparte con el paradigma biomédico la suposición convencional según la cual el sexo y el género son dos realidades dadas e independientes. (…) el sexo es anterior al género: la base biológica sobre la cual se edificarán las diferencias de género.” (Martínez-Guzmán, 2012, pág. 175) En este sentido, la psicología social avalaría las nociones comunes, y tal vez equivocadas, que se posee sobre las percepciones de qué es género y qué es sexo, puesto que a partir de la perspectiva dominante de la psicología social, el sexo se concebiría como una condición ahistórica y prediscursiva, es decir, que a partir de lo biológico nacen todos los discursos implicados en dicha problemática. (Martínez-Guzmán, 2012)

La psicología social se contrapone a la visión de Butler, quien señala que ambas categorías, sexo y género, corresponden a categorías convencionales que se encuentran dotadas desde su emergencia de lo social, puesto que, si el sexo, como asegura la psicología social, implica la distinción hombre-mujer según lo biológico (pene-vagina, cromosomas, hormonas, etc.), no estaría tomando en consideración que “etiquetar a alguien como varón o mujer es una decisión social. (…) [y que]  sólo nuestra concepción del género, y no la ciencia, puede definir nuestro sexo.” (Fausto-Sterling, 2006, pág. 17) La concepción y percepción que las personas poseen sobre cómo nombramos determinadas características biológicas y físicas estarían emergiendo necesariamente en las prácticas discursivas, culturales y sociales.

generoA partir de lo anterior, es que, como señala Butler, “el género se construye culturalmente: por esa razón, el género no es el resultado causal del sexo ni tampoco es tan aparentemente rígido como el sexo.” (Butler, 2001, pág. 94) Sin embargo, la disciplina psicológica, específicamente la psicología social, ha reproducido la idea que popularizaron los sexólogos John Money y Anke Ehrhardt a mediados de la década de los 70’, quienes identificaron sexo y género como categorías separadas. Sin embargo, si nos situamos desde una perspectiva culturalista y discursivista, podemos dar cuenta de que ambas categorías son construcciones culturales, puesto que para nombrar ciertas distinciones biológicas evidenciables, requiere de un proceso de discurso y convención social sobre qué significa para una sociedad cada distinción biológica, puesto que “Las señales y funciones corporales que definimos como masculinas o femeninas están ya imbricadas e nuestras concepciones del género.” (Fausto-Sterling, 2006, pág. 19)

Es respecto a esto que identificamos que la percepción sobre qué es el sexo y qué es el género, responde a una problemática donde “nuestra comprensión de las hormonas, el desarrollo cerebral y la conducta sexual está construida en contextos históricos y sociales específicos que han dejado su marca.” (Fausto-Sterling, 1990, p.46) Los discursos emergen en cierto contexto histórico y cierta cultura a partir de un discurso social determinado, por lo que de dichas distinciones sobre sexo y género crean y posibilitan modos de subjetivación y reproducción de los sujetos a partir de determinados discursos que emergen principalmente de la psicología, principalmente de la psicología social con respecto a la problemática planteada, puesto que es ella la encargada de dar cabida a las problemáticas que emergen en lo social, por lo cual es relevante lo que la psicología social tenga que decir respecto a cierta problemática, puesto que dicha noción y percepción va a ser objeto de una reproducción discursiva en lo social y cultural.

A modo de conclusión, es importante visibilizar que existen distintas concepciones y modos de comprender los conceptos analizados; percepción, género y sexo. Debido a la multiplicidad de disciplinas que existen, sobre todo en la psicología, donde comparte escenario constante con las disciplinas psi, quienes que conciben los fenómenos desde distintas perspectivas, por ende, es importante recalcar que no existen consensos universales sobre qué es lo que necesariamente se entiende respecto a un hecho, fenómeno o concepto determinado.

No obstante, algunas disciplinas se encuentran con mayor poder de legitimar y/o deslegitimar ciertos discursos, en este caso, las que poseen mayor carácter científico, (que poseen herramientas empíricas para su desarrollo teórico), debido a que permite que sus discursos sean percibidos como válidos por parte de la ciudadanía, en cuanto al carácter disciplinario que mantiene, provocando así, mayor repercusión en el ámbito de lo social, en cuanto a formas de percibir y desenvolverse en el mundo, y en este caso en particular, formas de ser y percibir sujetos.

Es así que, la cultura se encuentra cruzada por implicancias ético-políticas, en el sentido de que, ciertos discursos, debido al poder de legitimación que las impera, determinan formas conocer, entender, comprender y, por lo tanto, formas de reproducción de comportamientos que se tornan como adecuados dentro de una sociedad en específico.

En este sentido, el discurso dominante de la Psicología social entiende sexo y género desde un paradigma biomédico, interpretando tales conceptos de forma independiente: sexo reducido a lo biológico y género basado en discursos emergentes de lo anterior, es decir, mujer percibida como femenina y hombre como masculino; contraponiéndose así a la visión de Judith Butler, quien trabaja tales fenómenos desde una perspectiva discursiva, en el sentido de que sexo y género son categorías convencionales. En otras palabras, creadas, trabajadas e interpretadas por los sujetos, sujetos anclados y determinados por un escenario social.

En este sentido, resulta necesario considerar el carácter social que conlleva la percepción, entendiendo que lo que percibimos se encuentra sujeto a influencias culturales e interiorizadas, las que determinan fuertemente los modos en que, como sujetos nos relacionamos y nos subjetivizamos.

Es por esto que, a partir de lo predominantemente cultural respecto de las categorías de sexo y género, es posible entender ciertos comportamientos cotidianos como producto y consecuencia directa del discurso imperante en la sociedad chilena actual sobre sexo-biológico/género-cultural; por ejemplo, cuando una persona expresa de determinada manera su género sin concordar con su sexo; comportamientos femeninos atribuidos a hombres, se tildan con conceptos peyorativos, tales como, “maricón” o “yegua”, o en caso contrario, comportamientos masculinos atribuidos a mujeres,  tildados como “marimacha”.

En consecuencia, este fenómeno puede comprenderse debido a concepciones que se interiorizan en los sujetos, a partir de ciertos discursos hegemónicos imperantes en una sociedad determinada, correspondiente al contexto histórico, cultural y social, los cuales determinan ciertos comportamientos.  Resulta así significativo poder deconstruir y dar a conocer tales fenómenos dentro de la sociedad que solemos naturalizar, ya que se debe tener en consideración que todo lo que damos por hecho, incluso lo biológico, ha sido establecido previamente por convenciones sociales.

Autores:  Mariajesus Sepúlveda, Génesis Quezada, Pedro Quiroz y Tamara Villegas

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