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Mujer y Género: el fin de un reino de barbas y corbatas

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mujerConforme el tiempo corre, la esencia evoluciona. Aún con gajes y todo, la brecha entre mujer y hombre se acorta, al mismo tiempo que dos elementos se diferencian, pero en este caso, no se alejan sino que se definen, para así luego constituirse de la manera en que siempre debieron estar constituidos, diferidos, pero unidos en un lazo común.

El patriarcado como cáncer de la moral y como engranaje de la historia sigue narrando su historia de blancos y negros, de amos y esclavos, una arista que a pesar de su gran importancia nadie se molestó de tocar una vez organizado un proyecto posmoderno.

Mucho hemos vivido en un reino de barbas y corbatas, muchos poetas que alaban el significante de la mujer pero que poco desplante ofrecen, mucho se habla de dulces cabellos, de siluetas curvilíneas, de ojos de almendras y de vientres bondadosos, sin embargo, poco se habló sobre voces firmes, sobre manos alzadas y de féminas empoderadas.

Más esto comienza a cambiar. Mientras que muchos de mis pares generacionales nos criamos, crecimos, en un escenario idóneo para seguir con el cuento de las puertas adentro, nos encontramos en un punto distinto del supuesto resultado, una nueva subjetividad nace, nació. Y los nuevos, que heredan un mundo donde se les bombardea con senos descubiertos y demás sexismos, aún así ven que también hay doctoras además de enfermeras, que suaves manos también son capaces de sostener portafolios, que las mamis no solo se van a casa después de dejarles en sus colegios, sino que también parten a trabajar en este mundo subordinante.

¿Cuál es la concepción, pensamiento y discurso sobre la mujer en voces que tanto escuchamos hoy por hoy sobre la diferenciación y concepción de género?

Esto me nace según el cambio, aun no patente pero sí latente, de pensar, de concebir, de vivir, de la nueva generación ante un mundo que también comienza a reconocer en la mujer más que su maravilloso don de la belleza y lo fértil, sino también de su autonomía, pensamiento y contribución. Quizá caigo en lo meloso y en la omnisciente admiración, en aquel enamoramiento, pero a falta de reconocimiento se deben maximizar palabras y frases, aún así no necesitamos piropos, necesitamos actitudes y cambios. Menos flores y bombones, y más aliento y reconocimiento.

Patriarcado, en su filología griega, vendría significando ‘mandar’ – ‘padre’, es decir, gobierno del padre. Vislumbramos distintos elementos y fenómenos temporales así como otros transversales a la historia en su totalidad. Notamos que de por sí, un elemento que está dejando de ser transversal, pero aun así en insuficiencia, se da una diferencia sexual del trabajo, ya que la mujer es inducida a todo trabajo carente de remuneración, es decir, es abstraída a una esfera doméstica. Muchas abnegadas, pero muchas tantas, he ahí un facto preocupante, asumen el hecho de ser subordinadas. Mucho tiene que ver la dependencia económica. Por otro lado, la mujer en un trabajo pagado ejerce una labor asistencial o complementaria.

Un elemento patriarcal tanto cultural como de lo legislativo, dentro de lo contingente en la sociedad contemporánea, sería el aborto. Un tema de precaria legislación debido a un carácter laico autodefinido y no respetado por el estado de Chile, y de poca información y consideración en la palabra del colectivo. Mucho se dice de ser un no a la vida, sin embargo, no se toma en consideración el derecho sexual como derecho humano, el derecho y soberanía sobre el cuerpo propio, y, respecto a esto, en caso de embarazo con un mal congénito, malformación fetal, etc., ¿Porqué ha de vivir en un vientre un ser que está destinado a morir una vez aire respire, o peor aún, cuando ya fallecido se encuentre dentro de este mismo vientre? ¿No es acaso un acto de tortura, un acto cruel, obligar a la mujer a conservarle, como una crónica de una muerte anunciada? O al ser víctima de la aberración, de lo inescrupuloso y el asco de ser que ose tocarla sin ser correspondido sujetando muñecas y golpeando mejillas. Omito así el hecho del embarazo en un hogar precario, a pesar de saber que aquel ser no tendrá una vida cómoda o de lujo, no veo razón que pese sobre el pálpito de aquel pequeño ser.

En fin, la familia como un elemento central en tanto a un orden social, una estructura y organización, por tanto, bajo un orden social doméstico a manos del hombre, en su máxima, un orden social a manos del hombre. Así mismo desde los primeros atisbos feministas han trabajado centro a este concepto, analizando las distintas aristas, mas de las que supuestamente le competen en aquellos entonces, por tanto, a sigilosos pasos la esfera de lo domestico comienza a verse rebasada hacia la de lo publico. El flagelo omnipresente a la mujer como ser autónoma comienza, muy calladamente, a ser cuestionado en una sociedad hija del patriarcado.

Freud no habla mucho de la concepción de género, y las pestañas largas para el son un capricho de un porqué. Aún así, los diversos manuscritos dan cuenta de una concepción de familia. Es importante saber que aunque Freud creciera en una familia semi – burguesa con algunos problemas económicos, obtuvo una notable educación. Además de otros factores como el haber visto desnuda a su madre alguna vez, el anunciar preferir contar con la compañía de un compañero loable en vez de a una mujer, incluyendo así, también, a su esposa. La madre como la concepción y configuración de la conciencia de este hombre, de lo masculino que cuestionamos.

mujerPostuló así la teoría de una sexualidad infantil polimorfa, moldeable, no establecida y perversa. Esto obviamente rompe con los esquemas cartuchos y puritanos de la sociedad de aquel entonces. El seno materno componente de la fase oral, etapa lactante. Una anal en la etapa de desarrollo en cuanto el niño o la niña adquiere merced sobre su esfínter. Y luego la fase fálica; El complejo de Edipo, es decir, cuando se endiosa y se fija en la madre (Electra para el caso de la mujer), este complejo como el elemento que configura la subjetividad del sujeto, del niño, y por tanto en una concepción del aparato psíquico, además como resultado de mi relación con la figura paterna. Es aquí donde el niño cela a la madre respecto al padre, el cual es un obstáculo en la cruzada por el amor correspondido. Esta etapa como desarrollo psicosexual del infante. Es aquí donde, luego, se presenta la amenaza de castración por parte del ente paterno. Esto frente a un reconocimiento corpóreo del niño en reconocimiento de su miembro, y la diferenciación física frente al sexo opuesto, quien no posee pene. Al ver que ellas no lo tienen, piensan que es verdad que se puede perder, la amenaza de castración se ve latente y por tanto este da un paso al lado. En compensación sobre su frustración refleja y busca similitudes en las demás mujeres.

Ahora, creo importante un muy rápido vistazo al Edipo lacaniano. Aquí también se funda la subjetividad, además de lo simbólico y el icc en sí. Pero al contrario del Edipo de Freud, aquí el problema es el deseo de la madre. Este envuelve al niño, tomándolo desde lo real hacia lo simbólico. La madre, entonces, acoge al niño como un deseo, y le cuida según su deseo, cuanto y cada cuanto le da de comer, por ejemplo. Es aquí donde interviene “el nombre del padre” en pos de la separación del niño del deseo de la madre, para que esto sea posible el deseo de la madre debe estar dirigido hacia otro lugar, tarea que asume. El padre pasa y, supuestamente debe, a representar la ley, sin embargo, no debe ser la ley, procurando no gatillar una paranoia.

Así, gracias a la separación, el niño entra en lo simbólico y, así, funda el icc. La castración como la vivencia de la división del padre a la madre sobre el hijo. Como consecuencia, el nombre del padre hace pasar al deseo de la madre, y este queda como una incógnita, es reprimido, una interrogante. Debajo de este deseo incognito se inscribe el significante del deseo del otro, el falo, una respuesta a lo que podría haber sido aquel deseo. Cuando me quitan el deseo materno, queda aquel hiancia (metáfora bajo la tópica de Kathya Araujo), aquel espacio vacío, por tanto yo interpreto mi versión de lo que habría sido ese deseo materno. El niño piensa que él es el falo que colma el deseo de la madre en un principio, se vuelve narcisista, y la figura competitiva del padre genera la idea de que no se es el falo, sino que el falo se tiene, debido al notar la diferenciación fisiológica entre el y la madre, aquella diferenciación anatómica.

Esto me da una idea del origen del fetichismo del que es víctima la mujer, como objeto que compensa la ausencia del falo, esto como uno de los resultados de los efectos negativos en cuanto el complejo de Edipo estructura el icc, otros como la neurosis, psicosis o la perversión también sería resultado de aquellos desarrollos. Aquí también es incluida la homosexualidad como perversión, diagnostico erróneo a mi parecer.

La figura del padre, del hombre, del nombre del padre, se interpone y reconfigura la sexualidad del niño, y la mujer es llevada al plano del anhelo, del deseo, a manos del hombre.

“¿Qué quieren las mujeres?”, el cliché de la interrogante que cae en Freud. En sí su mayor tensión frente a este genero era disminuido a un plano fisiológico, sobrellevando el plano de pensante. La única excepción de esto fue Lou Andreas Salome, que deleitaba el psicoanálisis, quien para Freud era un exponente notable de inteligencia y de amante.

El concebir a la mujer como un hombre sin falo, y que envidia la tenencia de pene, como ‘víctima’ de una diferenciación anatómica, me parece reprobable. Esto en suma de la definición del masoquismo femenino, como uno de los tres masoquismos existentes. Son tres componentes femeninos, tres aconteceres, primero la, supuesta, castración, luego el coito, y, finalmente, el parto. Por tanto bajo el amparo de Freud para definir, de alguna forma, la concepción de diferenciación de género la mujer es relegada a lo carente y a la envidia. Es solo gracias a Lacan que, dentro del psicoanálisis, se comprende un goce específico legitimado en la mujer.

Es propuesta una superioridad genital del hombre sobre la mujer. Este aspecto ‘natural’ define la sexualidad infantil, limitándolo al ámbito de lo corpóreo y diferenciación anatómica. Una teoría ambiciosa al reconocer en el infante una sexualidad en desplante y desarrollo, pero que se tropieza enormemente con un desarrollo sexista y subordinante, el ser niña como “no tener pene” y no como “tener vagina”, solo la ausencia del pene define lo femenino. La niña se identifica con la madre a causa de que ella también ‘sufre la falta’, y, supuestamente, se deja subordinar.

No está demás decir que aquel apellido que se le da a Freud de una suerte de ‘rebelde’ es, para Foucoult, y para mí también, en cierto aspecto, mal correspondido. Si bien su idea sobre el sujeto pasional, dominado por la pulsión que flagela súbitamente al ideal moderno del hombre racional, y por tanto la tercera herida narcisista, es en sí un reconocimiento notable, más concuerdo con Foufoult en un aspecto; esa fama de vanguardia y de transgresor es bastante desmerecida desde cierto punto.

Fouclout nos habla de una edad grosera, así como una edad acallada. Una represión constante sobre lo sexual, una represión al niño y un castigo ante la insinuación.

“Estaríamos ya liberados de esos dos largos siglos donde la historia de la sexualidad debería leerse en primer término como la crónica de una represión creciente? Muy poco, se nos sigue diciendo. Quizá gracias a Freud”.

“Así se denuncia el conformismo de Freud, las funciones de normalización del psicoanálisis, tanta timidez bajo los arrebatos del Reich, y todos los efectos de integración asegurados por la ‘ciencia’ del sexo o las prácticas, apenas sospechosas, de la sexología”.

(Foucoult, 1976, Pág. 5)

Freud es sobrevalorado, es, en verdad, conservador en tanto a sus teoría de composición de sujeto, icc y de sexualidad. La idea de una sexualidad femenina, deseo incestuoso, amenaza de castración, falo, etc., son ideas controversiales, pero aún así no ofensivas, no atacan a la figura de padre, sino que le rodean y definen causalidades, no ataca lo impuesto, sino que simplemente ofrece teorías bordantes con llamativas palabras.

“El viejo Dios, todo espíritu, todo gran sacerdote, toda perfección, pasea por distracción en sus jardines; pero se aburre. En vano luchan contra el tedio los dioses mismos. ¿Qué hace Dios? Inventa al hombre; el hombre es divertido… Pero he aquí que también el hombre se aburre, La compasión de Dios por la única miseria que todos los Paraísos tienen en si, no conoce límites: pronto creó otros animales. Primer error de Dios: el hombre no encontró divertidos a los animales -fue su amo, no quiso ser un animal. Después de esto Dios creó a la mujer. Y, en realidad, entonces acabó de aburrirse; pero acabaron también otras cosas. La mujer fue el segundo error de Dios. La mujer es, por su naturaleza, serpiente: Eva; esto lo sabe todo sacerdote; de las mujeres procede todo el mal sobre la Tierra; esto también lo sabe todo sacerdote. Por consiguiente, también de ella viene la ciencia… Precisamente, de la mujer aprende el hombre a gustar el árbol del conocimiento.”

(Nietzsche, 1888)

La mujer, define Nietzsche, sería el segundo error de dios. A pesar de este enunciado bastante decidor, le confiere a la mujer una suerte de privilegio respecto a la verdad, a la obtención, a pesar de que entiendo los privilegios no como ganados, sino simplemente otorgados.

En tanto a su muy comentada misoginia creo hay una importante causal en su relación difícil con los entes femeninos en su familia, y en especial por su amiga Salome, a quien antes nombramos, esto sumado a su “impulsor”, Schopenhauer, misógino por excelencia.

El distingue lo masculino de lo femenino, sin embargo sus escritos dejan espacio a dudas respecto a lo femenino debido a que no cree en el lenguaje, que carecería de compromiso ontológico y real. Así mismo el discurso feminista, el discurso de la mujer sobre la mujer como un sinsentido y poco suave. Nietzsche era de los que preferían una mujer acorde a los parámetros y concepciones en ese entonces contemporáneas, una mujer que se limite a aquella concepción de mujer, que se abstiene de lo que compete, en cierta manera, y admira con extrañeza, al mismo tiempo que con altanería, a la mujer que se pone de igual a igual.

Nietzsche de cierta forma, aunque bastante precisa de otro modo, es antifeminista por una cosa; la mujer feminista, en tanto a un feminismo ferviente adhiero a mi parecer, es feminista por que quiere ser igual al hombre. He ahí un elemento conexo con Freud, ya que esto sería un efecto contextualizado del peso de la castración que conlleva la fémina en su espalda, por así decir, el derecho y la igualdad como el falo, y su respectiva envidia. Critica al feminismo por su carácter tan masculino, y ese deseo de emancipación de su ‘naturaleza’ como ente de belleza ambulante para así dar paso a un tosco racionar, racionalización masculina, como un ‘nihilismo negativo’. Como una moda, una tendencia, como una masa, como la democracia y el capitalismo que emergen en su contexto. Ya que de cierta manera se ‘desfemeniza’, concurre a un discurso que la vuelve un insumo más dentro de la formación de este, una creyente en un metarelato (bajo la tópica de Lyotard) que le minimiza a la categoría de componente y no de esencia. El dice luchar contra un feminismo que desea salir de la ‘regla’, siendo que esta misma y su existencia es uno de los elementos que hace de la mujer un ser excepcional, por tanto la mujer feminista, ferviente, le ve como un cristiano o un político.

Si tomamos lo cristiano, quizá no hay una defensa, pero si Nietzsche devela el discurso patriarcal que yace detrás. La verdad cristiana toma aquella visión de lo débil y delicado de la mujer y lo forja en una máscara de redención. Es decir se forja una génesis en la mentira, y la redención en sí se torna barbuda, yace en Jesús, en Dios, en lo masculino. Inmaculada sea la mujer, corregido y redimido sea el varón.

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No hay testimonio que lo certifique, creo, pero creo que hay un factor común entre todos estos pensadores que convergen en un resentimiento o desmerecimiento, en distintos grados, frente a la mujer. Esto sería aquel don el cual me resulta vergonzoso resaltar nuevamente, pero el caso amerita, el don de la seducción, del encanto. Tan poderosa fue la maga de Cortázar, tal fue la atracción de Simone, tal fue lo particular de Yoko. La mujer y su dote de voluntad sobre la praxis y el control de los ojos masculinos que encuentro factible una suerte de irritación. Aquel embobante caminar que distrae independiente lo azaroso, un incomprendido equilibrio, un hecho que no cabe gustoso en palabras ni respuestas, por tanto aquel que se jacta y anhela, se frustra u odia; Un recelo.

“Lo que Bachofen representa como una penitencia por la transgresión de los antiguos mandamientos de Dios, como una penitencia impuesta a la mujer para comprar su derecho a la castidad, o es, en resumen, sino la expresión mística de la multa, por medio de la cual se rescata la mujer de la antigua comunidad de ‘los hombres y adquiere para sí el derecho de no entregarse a más de uno solo”

(Engels, 1884, Pág. 67)

Para Engels existen distintos tipos de uniones a lo largo de la historia, conforme a la evolución. El salvajismo con el matrimonio mediante grupos, en la barbarie mediante el matrimonio sindiásmico y la civilización con la monogamia. A pesar de ser un fenómeno de una tendencia trasversal historia, es mediante la monogamia que se instaura el poder patriarcal como concepto mediante el cual la civilización emprende y se acentúa y se “institucionaliza”, por así decir, la opresión del hombre sobre la mujer. La monogamia como represora sexual solo femenina, ya que esto juega medio/medio en tanto al hombre.

“El primer antagonismo de clases coincide con el desarrollo del antagonismo entre el hombre y la mujer unidos en matrimonio monógamo, y la primera opresión de una clase por la otra, con la del sexo femenino por el masculino.”

La monogamia como un impulsor de un ideal capitalista, la acumulación de riqueza, y el plan hereditario de esta riqueza. Es el cauce del porqué una monogamia femenina establecida, y una poligamia enmascarada masculina, y aún así explicita en muchos aspectos. “Pero la revolución social inminente, transformando por lo menos la inmensa mayoría de las fortunas inmuebles hereditarias (los medios de producción), en propiedad social, reducirá al mínimo todos cuidados de transmisión hereditaria”.

(Engels, 1884, Pág. 95)

Con la revolución no solo cae la división y relegamiento del proletariado, sino también el tradicionalismo manipulado burgués. Así la monogamia no desaparece, sino que se reafirma y se cumple, incluso para el hombre, igualdad.

La familia deja de ser el eje, micro sistémico, mediante el abuso, de la economía, en cuanto los sistemas productivos pasan a ser comunes. La preponderancia del hombre es más que nada por un aspecto económico, atribuido, y este mismo factor será diluido por la revolución. Por tanto hay un cambio de configuración en tanto al escenario impuesto a la mujer.

Se me hace imposible no tomar aquí la realidad de la mujer vivida en la Unión Soviética, una ‘utopía’ en un momento conceptual y en otra fáctica, que fue maniatada y desligada de sus principios ideales; usurpados. Una igualdad de condiciones y reconocimiento en lo laboral en tanto al hombre, guarderías veladas por el estado, derecho al aborto, ya no era limitada al trabajo asistencial o de bajo perfil, sino a un caleidoscopio de profesiones perfectamente ejecutables por la mujer. La esfera pública, privada; lo social, lo económico y lo político como plenos de derecho a la mujer.

En cuanto conocí sobre la Revolución Rusa y sus distintos aspectos, comprendí que el capitalismo es parte de un destino, de lo contrario quien aboliría un plan civil como tal. El poder como significante de un destino, algo de Foucoult, nuevamente.

En sí doy cuenta de mis posiciones. Nietzsche que a pesar de los argumentos expuestos la frase no deja de ser, el desmerecimiento al empoderamiento no deja de parecerme errado, a pesar de ser relacionado como un diagnostico de compensación de la castración, etc.

Un sistema – mundo capitalista que entra en crisis, y que no estoy seguro de que termine su proceso de reconocimiento de la mujer como ente equitativo. Al mismo tiempo, creo que la crisis, la debacle, el fin, no será sin la mujer como este ente de la mano del hombre, no un paso más atrás, sino en la misma línea de fuego. El caer en la dicotomía de la diferenciación en base a un futuro es una mala costumbre que tengo, ansío la crisis, ya que ansío el cambio, se me hace incomodo vivir en un mundo tan gris, tan funcional y mecanicista.

Así mismo nunca habrá una clara concepción y praxis del derecho humano mientras la mujer sea vulnerada. El sexismo aún latente, ya sea en la mujer en bikini de las botillerías, en las mujeres que no cuestionan este orden, esta organización en base a sus piernas, mientras hayan mujeres quietas. Necesitamos juego, necesitamos ‘locura’, necesitamos desplante. Quiero agudas voces alzadas, la autonomía como la mayor seducción, un puño más que faldas.

La igualdad de género como una providencia de la armonía y desarrollo prospero hacia un bien comunitario. No existen continentes ni países, solo mujeres y hombres, es hora de que sea así, y que no se diga hombres, para así hacer conexo causal con ellas.

Autor: Sebastián Ramírez

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