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Dependencia Emocional: De la infancia a la vida adulta

dependencia emocional

dependencia emocionalEn el acto de pensar la dependencia emocional como tema de relevancia siempre vigente, debemos tener en cuenta primero que todo la función que cumplen el cuerpo, las emociones y los sentimientos en la formación y consolidación del vínculo afectivo humano. Mucho se escribe y se discute al respecto en el ámbito académico, pero es en el trabajo psicoterapéutico complementario a este ámbito, donde podemos reconocer y distinguir casi todo lo relacionado con el apego y la dependencia en sentido emocional y afectivo.

La formación del afecto en la infancia

De todos es bien sabido que la base fundamental de todo vínculo afectivo radica en las relaciones primarias, con la madre, con el padre, y con los cuidadores significativos en los primeros meses y años de vida. Las primeras formas de interacción humana, comienzan a organizarse en base a cómo los adultos cuidadores se ven afectados positiva y negativamente en el primer instante de la crianza. Ellos, además de sentir, mentalizan y significan las expresiones vitales del bebé; estas expresiones corresponden a las necesidades básicas de su organismo, por lo que su regulación emocional va a depender absolutamente de esto. Al ser estas necesidades atendidas y suplidas con dedicación y amor, el bebé logrará estabilidad, tranquilidad, y energía dispuesta en otras funciones de exploración. Más que actos mecánicos sin ningún valor emotivo, esta mentalización y significación debe estar revestida por un sentido afectivo, es decir, como acto de amor.

El infante no es solo una criatura de carne y hueso. También deviene con una potencialidad anímica y simbólica muy relevantes para su desarrollo, lo que le va a permitir con el tiempo reconocer, precisar, expresar y buscar ciertas emociones y sentimientos en relación a los otros, al mundo, y a sí mismo, formando así una experiencia emocional o afectiva. El contacto físico, la palabra, el juego y la contención son imprescindibles en este sentido.

La autoestima que un niño o niña puede tener al rededor de los 11 o 12 años, va a corresponder con su experiencia emocional lograda hasta ese momento. Por este periodo hay una consolidación de aprendizajes y procesos de simbolización que, entre temperamento y voluntad, empiezan a definir el carácter de él o ella, es decir, su personalidad. Según el grado de autoestima, se verán reflejados, en sentido emotivo, la habilidad para adaptarse, el estado del ánimo, la intensidad, el nivel de actividad, la accesibilidad, y la regularidad de una persona.

El apego y la dependencia afectiva en el adulto

Desde diferentes perspectivas psicológicas, se ha podido constatar que, bajo ciertas condiciones internas y externas, el adulto llega a relacionarse según modelos y patrones familiares adquiridos de forma implícita a lo largo del desarrollo en la primera y segunda infancia. Ya en el ámbito de la relación de pareja, es en donde se hacen más evidentes estos estilos de vinculación, llegando muchas veces a ser conflictivos y deficientes para la estabilidad de la relación.

La dependencia afectiva implica que el grado de estabilidad emocional en el adulto hombre o mujer, varia según lo que se espera o no de otra persona en términos de expectativas, atención emocional, reconocimiento y apoyo. Y esto cuenta en los vínculos significativos no solo en lo concerniente a la relación de pareja, sino también en la amistad, el trabajo y la familia. El sentimiento de ausencia, soledad, vacío y subestima puede llegar a ser tan insoportable en quién depende afectivamente de otro, que la única manera para lograr un sentido de ser en el mundo pasa por la constatación de sí mismo a través de ese otro. AL ser el otro un individuo con características únicas, la amenaza de disolución para quién entra a depender es inminente. Es a partir de este factor donde surgen todo tipo de manifestaciones sintomáticas y conflictivas, de las cuales la celotipia es una de las más presentes, junto con el afán de control y orden ya a un nivel obsesivo y compulsivo.

En el ejercicio clínico, los terapeutas de adultos nos encontramos con diversas formas de apego que no solamente implican personas, sino también objetos y actividades (como “otros”). Es así como la dependencia emocional en sentido amplio podría devenir en forma de adicciones a sustancias o ha actividades como el juego o el sexo.

La función terapéutica

En todo motivo de consulta hayamos de forma explícita o implícita el tema relacional como el núcleo del problema personal. Es el factor anímico y sus peculiaridades lo que hace que alguien se sienta estable e inestable emocionalmente. La ansiedad exacerbada como angustia o la falta de ánimo tan expuesta en la consulta psicológica, siempre tiene un sentido dentro de un orden vincular, es decir, en la relación yo-otro. En lo propio a la dependencia emocional, los procesos de terapia pueden ser a mediano o a largo plazo, ya que no es algo puntual o circunstancial lo que se debe tratar con el paciente, sino que es algo estructural, en el sentido del funcionamiento de su personalidad.

El restablecimiento de una independencia emocional conlleva el que la persona entre en contacto con sus complejos (afectos autónomos) para comenzar su elaboración consciente. Estos complejos, pueden haberse formado ya fuese por abandono, rechazo, negligencia, maltrato, características físicas desagradables o falta de educación o posibilidades de aprendizaje. Según como la persona logre reconocerse en su totalidad, podrá luego ir restableciendo una imagen más estable de si misma, lo que conlleva la creación de recursos propios para lidiar con los sentimientos de vulnerabilidad y poca valía, y la gestación de una nueva actitud y forma de desenvolvimiento en la vida. Del vínculo terapéutico que se vaya generando entre paciente y terapeuta, va a tener que ver el curso, pronóstico y final del tratamiento, al ser la dependencia afectiva un tema de relación.

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